El PLRA dejó de ser alternativa de cambio para el Paraguay

La gravísima crisis política, moral y financiera que afecta al PLRA debe inquietar sobremanera a quienes crean que el sistema democrático necesita contar con agrupaciones políticas sólidas, que ofrezcan al electorado alternativas fundadas en programas y en personalidades atrayentes, que no conviertan la saludable alternancia gubernativa en un salto al vacío. Hoy, el segundo mayor partido del país, cuyos orígenes se remontan a 1887, resulta poco más que un nombre, un color y una polca, sin protagonismo alguno en la vida nacional: un conglomerado de facciones, sin ideas ni liderazgos respetables, del que muchos se sirven para satisfacer apetencias personales en cuanto a cargos electivos y a recompensas provenientes de un poder fáctico.

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La gravísima crisis política, moral y financiera que afecta al PLRA debe inquietar sobremanera a quienes crean que el sistema democrático necesita contar con agrupaciones políticas sólidas, que ofrezcan al electorado alternativas fundadas en programas y en personalidades atrayentes, que no conviertan la saludable alternancia gubernativa en un salto al vacío. Hoy, el segundo mayor partido del país, cuyos orígenes se remontan a 1887, resulta poco más que un nombre, un color y una polca, sin protagonismo alguno en la vida nacional: un conglomerado de facciones, sin ideas ni liderazgos respetables, del que muchos se sirven para satisfacer apetencias personales en cuanto a cargos electivos y a recompensas provenientes de un poder fáctico.

En estos tiempos decadentes, en gran parte de la dirigencia del partido de Cecilio Báez, de Manuel Gondra, de Eligio Ayala y de Eusebio Ayala imperan la mediocridad y la corrupción, lacra esta última que aparentemente afecta a varios legisladores “liberales” y que movió al senador Eduardo Nakayama a renunciar a su condición de afiliado. A lo largo de su historia, la organización política más antigua del país ha sufrido numerosas rupturas formales, como las de 1962 y 1977, en las que algún papel jugó la dictadura de entonces. Todo indica que en la actual, aún no reflejada en la creación de un nuevo partido llamado liberal, al parecer ha influido el abundante dinero de Horacio Cartes, a juzgar por lo afirmado por el senador Nakayama de que “La dirección partidaria y gran parte de sus legisladores se han entregado al cartismo”.

Es que cuando se ignora un ideario-programa –que puede suponerse que muchos ni siquiera saben que existe– y, por ende, lo que se debe hacer para el país desde el Estado, la política no pasa de ser una despiadada disputa por espacios de poder por el poder mismo o para el enriquecimiento ilícito: el “internismo” constante, que nada importa a los ciudadanos, salvo a los acólitos de los contendientes, absorbe todas las energías y fomenta el odio feroz. Es lo que ha venido ocurriendo en este partido en vías de extinción, por culpa de la mezquindad de sus líderes. El descenso hacia la insignificancia será más o menos lento, pero parece inevitable, para mal del país; así las cosas, la ANR seguiría dominando el escenario político, sin adversarios de consideración a corto plazo.

El liberalismo paraguayo –hoy vacío de todo contenido ideológico y hasta de autoridad moral– merecería un mejor colofón, por su historia no exenta de personajes ilustres y por sus luchas contra las dictaduras. En 1942, la de Higinio Morínigo disolvió el partido por decreto; hoy está siendo disuelto de hecho por muchos de sus propios dirigentes, tan incapaces como corruptos, que engañan o seducen a sus correligionarios, apelando a símbolos o prometiendo cargos.

Para decirlo una vez más, el sistema democrático necesita que haya partidos fuertes: en su enorme mayoría, los 28 hoy registrados en nuestra Justicia Electoral son intrascendentes, de modo que sería lamentable que el PLRA engrose sus filas, convirtiéndose en una mera sigla, a la que podría agregarse otra del mismo color. Se plantea la pregunta de qué se les ocurre a los tirios y troyanos responsables del colapso en ciernes para evitar el triste desenlace, suponiendo que no quieran entrar en la historia como los sepultureros del partido del mayor Eduardo Vera.

¿Se fundará un nuevo partido o se intercambiarán disculpas por los agravios mutuos, solo para que reine la paz durante un par de meses? La cuestión es que si las anteriores divisiones institucionales pudieron ser más o menos superadas con el paso del tiempo, la que se avizora podría ser definitiva por la simple razón de que muy poco restaría para una reunificación ulterior: no habrá quizá una nueva oportunidad para restañar las heridas, porque pueden ser mortales.

Tal como pinta el cuadro, es bastante improbable –para no decir imposible– que el PLRA llegue al Gobierno en 2028, ni tan siquiera como socio menor de una coalición. Los colorados saben manejar sus querellas a costa del erario o de la fortuna de sus dirigentes, pero los “liberales” carecen de mucha experiencia en la materia: la ANR no está por desintegrarse, a diferencia del “adversario tradicional”, lo que plantea el problema de cuál será la agrupación política que podría encabezar el control de la gestión gubernativa.

El durísimo trance en que se halla el principal partido opositor, por así decirlo, no concierne solo a sus afiliados y simpatizantes: también atañe a la ciudadanía en general, en la medida en que el partido oficialista debe tener enfrente a uno o más que tengan la fortaleza suficiente para controlar el desempeño del Gobierno y ofrecerse al electorado como una alternativa idealista para asumir las riendas. Por de pronto, la vocación de poder de un buen número de dirigentes del PLRA se expresa en agachar la cabeza para obtener alguna ventaja personal, quizá contante y sonante.

¿Se acuerdan de Rodrigo Quintana? Este joven defensor de la Constitución fue muerto por balas policiales en la sede de su partido, ahora destrozado por la ambición y la ignorancia, en beneficio, en última instancia, de quienes han hecho del país un centro regional del crimen organizado. ¿No sienten vergüenza aquellos que han hundido al PLRA en la debacle, sean ellos “llanistas”, “efrainistas”, “dionisistas” o como se llamen? Están muy, pero muy lejos de ciertos correligionarios suyos que dieron lustre a la patria, con su honestidad y con su sapiencia; en verdad, ellos habrían deseado que el partido al que pertenecieron para servir a sus conciudadanos y no para valerse de ellos, tuviera un final menos amargo que el que le preparan unos innombrables de mirada corta, pero de manos largas.

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