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Y bien, ahora uno se ocupará de la seguridad interna y el otro de la política habitacional. Se comprometieron ante los electores ejercer una determinada función, pero resulta que se dedicarán a otra, ejecutando leyes en vez de sancionarlas. Engañaron a quienes les dieron sus votos, con la complicidad de su futuro jefe y, puede pensarse que, con la del líder de éste, el expresidente Horacio Cartes. Cuando al incorporarse a la Cámara juren o prometan desempeñarse debidamente en el cargo y obrar según la Constitución, se estarán burlando de la ciudadanía toda pero, además, poco después habrán de decir lo mismo en el Palacio de López, con relación a otro puesto. Doble burla.
Esta práctica proyecta la impresión de que en el Partido Colorado no existen candidatos, tanto o más idóneos, con curriculum de alto nivel, que puedan ocupar los ministerios en cuestión. En este sentido, lo mismo se diría con respecto al de Justicia, Ángel Ramón Barchini, ultimamente diplomático y con algunos preocupantes cuestionamientos anteriores, tal vez nombrado como indemnización por no haber logrado un escaño.
También defraudaron moralmente a la ciudadanía nueve intendentes elegidos por cuatro años en 2021, que renunciaron al cargo para postularse como legisladores o gobernadores; las dos que serán diputadas -Del Pilar Vázquez (PLRA) y Virina Villanueva (ANR)- tendrán así una dieta más jugosa, un seguro médico envidiable y unos fueros que podrían protegerlas de la sanción penal de algún delito que hubieran cometido en la administración municipal. Los cuatro exintendentes que serán gobernadores -los colorados César Landi y Norma de Monges, así como los liberales Javier Peralta y Ricardo Estigarribia- también han escalado posiciones. Todos avanzarán así en la “carrera de los honores”, ignorando el compromiso asumido hace dos años ante los vecinos, abandonados de pronto para satisfacer una ambición extemporánea: podrían haber esperado tres años, tras concluir sus mandatos, para competir en los próximos comicios generales.
Los embustes comentados dan cuenta de la baja calidad moral de una “clase política” que no solo incurre en corruptelas de grueso calibre, sino que también se burla abiertamente de sus compatriotas. Los candidatos mienten con descaro en la campaña electoral y lo mismo hacen una vez logrado su objetivo, solo pensando tal vez en subir la escalera del poder político y económico, tan ambicionado por los politicastros de diverso pelaje.
Resulta deplorable que la ciudadanía aún se deje engañar por unos farsantes que viven muy bien a expensas de ella. Un puesto electivo no es una carga pública, de modo que nadie está obligado a pretenderlo; empero, quien lo busque y lo obtenga, debe ejercerlo por el tiempo que marca la ley, salvo caso de fuerza mayor. Santiago Peña -y puede pensarse que su mentor- actuó de la peor manera, lo mismo los demás que engañaron a sus electores. No se estaría violando una normativa, pero sí la buena fe del elector, utilizado como un simple medio para lograr un fin muy personal. Es preciso poner fin a estas reiteradas tomaduras de pelo, que ofenden la dignidad de los paraguayos de bien.