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El bastón de mando
En vista de la asunción del nuevo presidente electo este próximo 15 de agosto, que trae consigo un manto de esperanza, me permito realizar unas consideraciones sobre los actos del traspaso presidencial, ya que todavía resuena en nuestra memoria el juramento de un exobispo libidinoso y paranoico quien con sandalias y agarrando el “bastón de mando” como un souvenir pegó un grito desaforado de “sí juro”, y ni bien terminó este acto empezó a dar rienda suelta a sus desvaríos, con un séquito de secuaces encabezados por López Perito, quien actuaba de Presidente de Facto y Coquito Soares de “primera dama”, con los carperos invadiendo tierras y proclamando borrachos la lucha de clases, con interminables viajes al extranjero, escándalos sexuales, lujos, carcajadas y burlas hacia nuestro pueblo, pretendiendo imponer un socialismo bolivariano trasnochado y extremadamente corrupto, con el acompañamiento de un Partido Liberal “alquilado, mudo y ciego” gracias a la repartija de unos miserables cargos y prebendas a sus dirigentes.
Luego vino otro esquizofrénico quien junto a la “honesta” primera dama ya juró con un ejemplar de la biblia autodeclarándose “honesto y transparente”, teniendo como corolario un espacio publicitario pagado por el erario donde da “gracias de todo corazón” a la ciudadanía que le permitió “robar” durante todo su gobierno provisorio, andar en camionetas blindadas con “lentes oscuros“, felicitar al presidente de Petropar, por ser un buen “delincuente ” y al mismo tiempo amenazar con cortar las manos a los corruptos sin temor de quedarse él mismo, familiares y todos sus colaboradores cercanos como mancos, burlándose de la ciudadanía a través de un tembiguái quien ofició de ministro de Obras Públicas que se cansó de dar “paladas iniciales” a obras actualmente abandonadas, pasando de esta forma a la historia como un gran charlatán, corrupto y tremendamente figuretti.
Por eso le pido a Horacio Cartes que entienda que el “bastón de mando” tan manoseado por sus antecesores y por su propio partido, representa poder que este le confiere en su carácter de mandante, a fin de que ponga sus mejores esfuerzos en solucionar las necesidades existentes, apostando a la educación, la salud, la infraestructura, de manera a sentirnos “amparados” por el Estado y que este deje de funcionar solo para sus “autoridades, amantes, mascotas, compadres, correligionarios, niñeras, hijos, cuñadas, etc, etc.
Cinco años son una simple anécdota para un país y tiene la brillante oportunidad de pasar a la historia como un verdadero estadista que gobernó para y con su pueblo, y no pasar nuevamente al basurero de la historia como un corrupto más, que utilizó al Estado como “su billetera”, condenando de nuevo a nuestro pueblo a otros cinco años de miseria y abandono.
Arnaldo Gaona
Lomiteros en Las Residentas
Lastimosamente nuestras mal llamadas autoridades se ensucian por tan poca cosa, ya que solo es cuestión de orden y de habilitar los locales con todo lo que implica eso, ya sea limpieza, sanitarios adecuados, personal cumpliendo normas de bioseguridad.
El ramo de la comida es lo más delicado que existe, toda la responsabilidad cae sobre las autoridades de la ciudad que permiten esto de una manera negligente, además de todo esto usurpan un espacio público destinado para el esparcimiento al aire libre de las personas ¿Dónde están los entes reguladores?
Marcelo Martínez Hess
Empresarios y gobierno malditos
Los empresarios del transporte cobraron su dinero, y César Ruiz Díaz puede volver a manejar su Mercedes Benz de lujo tranquilo, a sabiendas de que tiene abundancia en su cuenta bancaria. Nosotros, sin abundancia y con deudas también volvemos a los Mercedes Benz, que nos llevan como si fuéramos vacas a nuestros trabajos.
Espero no tener que volver a padecer nunca lo que sufrimos todos el martes, viajando –increíblemente– en peores condiciones que lo habitual, colgados de carrocerías, arriesgando nuestras vidas. Todo por culpa del maldito pacto de los empresarios de transporte público con el Gobierno que no tiene ningún interés en sus ciudadanos.
Ana Laura Romero