Para llegar al parque ecológico Sitiê, aquellos que no viven en la favela de Vidigal deben llegar hasta los pies de la misma, a apenas unos metros de los exclusivos barrios de Leblon e Ipanema, donde surgen dos opciones: andar cuesta arriba dos kilómetros o tomar una moto taxi por 2,5 reales -unos 80 centavos de dólar-.
Una vez ahí, estará Paulo Almeida, desempleado de 57 años y quien trabaja hora a hora, día a día, en “su” parque, aquel que hace quince años era un basurero.
Paulo explica a Efe cómo en 2002 "se intentó lanzar un proyecto para limpiar diversos puntos de la favela", momento en el que comenzaron a limpiar el basurero que se había creado en el punto en el que ahora se encuentra el parque Sitiê.
De todos los lugares que se comenzaron a limpiar, el parque de Paulo "fue el único punto que salió adelante".
"Entre Mauro -otro vecino- y yo fuimos desarrollando este parque: llenamos neumáticos para utilizarlos de escalera, limpiamos todo, plantamos", cuenta Almeida.
Paulo se congratula en hablar de la "paz y tranquilidad" que ofrece el parque, esa "paz y tranquilidad que las personas de una favela a veces no tienen y sólo encuentran aquí", indicó para añadir que están "haciendo algo grande para la comunidad ".
Flores de distintos colores, palmeras, plantas sembradas en urinarios o neumáticos para crear desde una escalera hasta un pequeño anfiteatro son algunos de los detalles que adornan el tranquilo parque, donde la gente hace pícnic o da románticos paseos.
Desde varios puntos del silencioso parque se contempla la playa de Ipanema, uno de los iconos de Río de Janeiro, situada a unos minutos a pie de Vidigal, lo que ofrece un contraste más.
Esta valorización del parque han hecho de Sitiê un lugar importante dentro de la favela de Vidigal, "la más turística de Río de Janeiro", opina Paulo.
Esta importancia que ha adquirido el parque se refleja en Google, donde la mayoría de las reseñas se han producido en los últimos meses en forma de comentarios de visitantes que hablan de la "paz", "calma" y "tranquilidad" del lugar.
Ante esta relevancia que ha tomado "su" proyecto, Almeida apunta, pero no reclama, que no tienen ayudas públicas. "Es sólo hecho con amor", dice, aunque reconoce que también le ayudan sus familiares, pues "cualquier apoyo es importante".
"El Gobierno ya tiene una maleta bien pesada. Si yo pido, seré uno más. Tenemos que empezar a producir, todos tenemos que producir", asevera.
Sin embargo, a los visitantes les pide cualquier ayuda, porque "para no morir de hambre necesito contribuciones. También hago artesanías. Entonces sobrevivo entre ayudas, lo que vendo y la comida que saco de la naturaleza", comenta Paulo cuando apunta a varias macetas donde crecen lechugas o coles.