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De las ramas de los árboles cuelgan líquenes que se asemejan a las barbas de espíritus silenciosos. Pantanos, humedad, tierra mojada y un verde casi impenetrable: el paisaje tiene un aspecto fabuloso.
Dicen que el término Montañas de la Luna fue acuñado por el astrónomo Claudio Ptolomeo, quien ya en el año 150 después de Cristo hablaba de la existencia de montañas cubiertas de nieve en África. Senderos lodosos discurren por valles estrechos. Sin botas de goma no se puede caminar aquí. Los senderistas pernoctan en cabañas primitivas sin electricidad ni agua o en tiendas de campaña. "Los desafíos son el terreno empinado, el lodo y los troncos resbalosos, la altura, las condiciones meteorológicas y la condición física", explica Richard Dramaza, de 33 años. Richard es uno de los dos guías de montaña que nos acompañan durante un trekking de una semana. El otro es Samuel Ociti, de 31 años, un tipo más intrépido.
Iniciamos la excursión en Kilembe, un pequeño pueblo situado al oeste de la ciudad de Kasese compuesto por una iglesia, una escuela y cabañas sencillas. Los miembros de la etnia bakonjo son sobre todo campesinos. En los campos que rodean el pueblo cultivan frijoles, café y mandioca. Aquí, el senderista aún no puede inmaginarse las condiciones inhóspitas en los Montes Ruwenzori.
La agencia Ruwenzori Trekking Services regenta una pensión en Kilembe. El Kilembe Trail, gestionado por la agencia, se inauguró en 2008. Antes, casi todos los turistas se desplazaban por el Central Circuit Trail, situado más al norte. Las dos rutas se juntan a los pies del Monte Stanley.
La meta es el Pico Margherita, de 5.109 metros de alto. Los bakonjo creen que allí vive la pareja de dioses Ketasamba y Nyabibuya. Según la leyenda, cuando los dos dioses se mueven, se desprenden piedras del monte. Este peligro aún está lejos en las pendientes inferiores de la Ruwenzori. La vegetación es espesa y exuberante. Lianas trepan por los árboles tropicales de un bosque que siempre está verde. En una rama entre la maleza está sentado un camaleón como un dinosaurio en miniatura. Richard y Samuel caminan al frente charlando. Después de un puesto de guardabosques de la Uganda Wildlife Authority, el sendero sube de forma empinada. Abajo, en el valle, murmura un río.
A una altura de 2.500 metros comienza el segundo nivel de vegetación, el bosque de bambú. Los troncos están muy juntos unos a otros y alcanzan una gran altura. La primera jornada del trekking termina en Kalalama Camp, a una altura de 3.134 metros, en medio de un aguacero. El sol desaparece.
Al día siguiente abandonamos definitivamente las huellas de la civilización o nos adentramos en un paisaje de niebla casi inaccesible, atravesado por arroyos y charcas, y cubierto de brezo y plantas gigantescas. Una y otra vez, las botas de goma quedan atascadas en el lodo.
Durante mucho tiempo, el turismo aquí no pudo desarrollarse bien, también por culpa de los dictadores Obote y Amin. Durante la segunda guerra del Congo, el Gobierno de Uganda cerró el parque nacional, declarado Patrimonio Natural de la Humanidad, debido a los grupos rebeldes que operaban en él. En 2001, el parque fue reabierto a turistas extranjeros. En el camino que va a Bugata Camp, la vegetación se hace cada vez más escasa a medida que uno va subiendo. Se acerca la zona alpina. Por la noche, la vista desde el campamento, situado a una altura de 4.062 metros, llega hasta el valle de Namusangi con sus lagos glaciares. Rápidamente oscurece.
Los portadores preparan una comida con arroz y verdura. Sin ellos sería imposible hacer trekking en el Ruwenzori. La agencia les paga entre cuatro y cinco dólares diarios. Los guías reciben entre nueve y 12 dólares por persona y por día. Si el turista llega a la cima, el guía recibe un bonus.
La subida al paso Bamwanjara (4.450 metros) al día siguiente es resbaladiza. La lluvia ha convertido el camino en un arroyo. Aún más empinada es la subida por un bosque de senecios envuelto de niebla.
Durante un par de minutos se pueden ver desde aquí los picos dentados del Ruwenzori, cubiertos de nieve. Poco más tarde, la mirada se dirige hacia lagos de montaña solitarios en medio de pendientes siempre verdes. Las pendientes al oeste del lago pertenecen a la provincia de Kivu, en el norte del Congo.
Después de pasar la noche en Hunwick's Camp, a una altura de 3.974 metros, iniciamos la última etapa antes de llegar a la cima. El camino, que sigue siendo pantanoso, pasa junto a los lagos de Kitandara y sube de forma empinada hacia lo pies del glaciar Margherita.
Los últimos metros hacia la cima pasan sobre rocas cubiertas de nieve. De repente tenemos una vista libre. Una delgada línea azul marca el horizonte en el este. ¿Y qué se siente aquí arriba, tan lejos del mundo civilizado? Agotamiento, alivio, sublimidad. Información básica: Los Montes Ruwenzori
Cómo llegar: En avión a Kampala, la capital de Uganda, y desde allí en autobús o transporte privado a Kasese. Para entrar en Uganda se necesita un visado que antes del viaje hay que solicitar y pagar online (https://visas.immigration.go.ug/). El precio es de 50 dólares (unos 42 euros). Además, hay que presentar un certificado de vacunación contra la fiebre amarilla.
Cuándo viajar: Para hacer trekking, las dos estaciones secas son las más adecuadas: de mediados de diciembre a mediados de marzo y de junio a agosto.
Salud: En toda Uganda y durante todo el año existe un elevado riesgo de contraer la malaria. Se recomienda una quimioprofilaxis con medicamentos. También es importante prevenir las picaduras de mosquitos. Asimismo, se recomienda vacunarse contra la hepatitis A.
Seguridad: Debido a las operaciones militares contra rebeldes congoleños en la región fronteriza, es recomendable informarse de la situación de seguridad actual antes de visitar el Parque Nacional Ruwenzori.