A lo largo de algo más de 20 kilómetros, la Ruta Escondida revela al visitante el lado más campestre de Quito, un espacio entre montañas al noreste del núcleo urbano y asfáltico de la capital, al que se llega en aproximadamente una hora por carretera para pasear entre centenarias poblaciones que exhiben con orgullo su folclor, comida y paisajes.
Entre las históricas iglesias de esta parte de Quito destaca la de Perucho, construida en el siglo XVII con madera de los bosques cercanos, lo que remonta a sus visitantes a la época colonial de esta parte de la capital de Ecuador y en cuyo interior alberga obras que se atribuyen a la famosa Escuela Quiteña.
En las cercanías a cada parroquia aparecen piscinas con aguas termales, bosques naturales, plantaciones de flores, cascadas y numerosos senderos para caminatas o cabalgatas. Y entre los paisajes más icónicos está el cerro La Luz, un mirador natural en Puéllaro cubierto por vegetación herbácea, principalmente por kikuyo y plantas propias de la zona, desde donde se aprecia una de las mejores vistas de la Ruta Escondida, con la comunidad de Alchipichi, la cadena montañosa circundante y la parroquia de San José de Minas.
“El enigma de lo rural”
El sabor de la Ruta Escondida se pudo degustar el sábado en la Feria Gastronómica y Turística con la que se cerró en Perucho el decimosexto Festival Cultural, Productivo y Turístico de la Ruta Escondida, que se celebró entre el 6 y el 27 de abril bajo el lema de ‘El enigma de lo rural’ y a la que EFE fue invitada. Allí no faltaron los cuyes (conejillos de Indias) asados, las tortillas de tiesto y el sancocho peruchano, así como una gran diversidad de productos elaborados con las frutas que crecen con abundancia en la Ruta Escondida, en especial los aguacates, las chirimoyas y las mandarinas.
“Puéllaro es conocido como el jardín frutal del Ecuador por los tres pisos climáticos que tiene. Bañados por el río Guayllabamba, encontramos todas las frutas de la costa, y la chirimoya es la fruta emblemática de la parroquia, de donde se saca licores, galletas y también una variedad de mermeladas " , explicó la productora Jeanneth Galárraga. También son tradicionales la chicha de morocho, la chicha de quinua, los caldos de gallina, los hornados (cerdo horneado) , las fritadas (cerdo frito) , los quimbolitos, los tamales y el vino de frutas.
Desarrollo turístico y productivo
A la feria llegó el alcalde de Quito, Pabel Muñoz, que incluso propuso la posibilidad de impulsar una denominación de origen para la mandarina de Perucho, como ejemplo de las iniciativas que pueden darse con los 15 millones de dólares que el municipio ha destinado para el desarrollo de sus 33 parroquias rurales. Para incentivar la llegada de turistas nacionales e internacionales a la Ruta Escondida, se suscribió un convenio para la implementación, cerca de la iglesia de Perucho, de un punto de información turística entre las autoridades parroquiales y Quito Turismo, la agencia de promoción turística de la capital ecuatoriana.
“Tiene una temperatura maravillosa, es un espacio idóneo para disfrutar con la familia, hay buenos productos, la gente es amable, siempre está dispuesta a recibir a los visitantes”, comentó el gerente de Quito Turismo, Etzon Romo. La feria también tuvo presentaciones artísticas, carrera de cuyes y exhibición de animales de granja para niños, así como recorridos al cerro La Luz, a la granja Trapiche y a la iglesia y al museo de Perucho.
“Lo que nosotros y cada una de las parroquias tenemos, tanto en lo productivo, gastronómico, cultural e historia, está en la ruralidad. Es lo que necesitamos promocionarlo y que se dé a conocer un poquito más”, comentó Jorge Pillajo, presidente de la parroquia de Perucho y de la Mancomunidad de la Ruta Escondida.