“Tener un sauna aquí me permite permanecer un poco más de tiempo en el mar”, añade esta artista de 52 años, removiendo unos leños en la estufa de la pequeña estructura montada sobre ruedas en la ventosa playa de Clonea (sureste).
Admite que esta actividad “se convirtió en una sana adicción”.
Durante la pandemia de covid-19 muchos irlandeses empezaron a bañarse en el mar para escapar del confinamiento, una actividad que pronto se complementó con la llegada de estos saunas en forma de barril, explica Deirdre Flavin, que regenta varias en la región.
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“El mercado sigue creciendo, la notoriedad de estos saunas va en aumento, la gente aprecia la experiencia y vuelve a menudo”, explica a la AFP.
Además de sus beneficios para la salud también son refugios cálidos en el clima duro y a menudo húmedo y frío de Irlanda, destaca.
“Ahora la gente puede nadar más cómodamente en el mar durante todo el año porque pueden calentar su cuerpo después de nadar”, continúa.
Más lejos, en la costa sur del condado de Cork, otros huéspedes alquilaron un sauna para aliviar el estrés y ayudar a la recuperación posentrenamiento.
Lejos de ser nueva, esta tendencia se remonta a la antigua tradición irlandesa de las “sweathouses”, que comenzó en el siglo XVII y pasó de moda a principios del XX.
Todavía se pueden ver cientos de restos de estos saunas de piedra con forma de iglú en la campiña irlandesa. Calentadas con fuego, se utilizaban para aliviar resfriados y fiebres, y para combatir el reumatismo y la artritis.
Una actividad social
La profesora de yoga Carol Ni Stasaigh y su marido Dara Kissane, fisiólogo deportivo, bautizaron su sauna de la costa del condado de Wexford con el nombre de “Sweathouse”.
“Antes la gente iba allí por razones médicas, religiosas o incluso alucinógenas”, explica a la AFP en la playa de Baginbun. “No es el caso de nuestro sauna, sólo terapia de frío y calor, para liberar endorfinas”, detalla.
Rory O’Callaghan, de 20 años, explica que la actividad es popular entre su equipo de hurling, un deporte irlandés que se juega con un palo de lacrosse.
“Se puso de moda”, indica.
Bronwyn Connolly, sufre artritis, y cuando los saunas públicos cerraron durante la pandemia compró uno móvil y lo remolcó hasta la playa de Garrettstown.
“Tenía muchos dolores y el sauna y el agua fría me los aliviaban. Además un chapuzón en el mar después de sudar conseguía borrar todas mis preocupaciones”, cuenta a la AFP.
Cuando Bronwyn Connolly se dio cuenta de que los equipos deportivos y las empresas empezaban a interesarse, construyó un sauna más grande utilizando libros y videos de YouTube.
Junto al gran ventanal que da a la playa, un grupo sentado en gradas curvas charla en torno al fuego y se maravilla mirando las olas del océano.
“Se convierte en una actividad social donde se reúnen amigos y se conocen extraños. Los irlandeses se inclinan por actividades menos basadas en el alcohol y más en el bienestar”, afirma.
Aunque su pequeño sauna fue uno de las primeros del país en 2021, ahora hay saunas “en todas las playas de Cork”, subraya.