“No había nadie en la calle cuando nos levantamos, pero ahora esto parece una marea humana”, dice Shi Qii, turista de 30 años que vino de China.
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Inscrita desde 1995 en el patrimonio mundial de la UNESCO, Luang Prabang se destaca por su pagodas ampliamente decoradas, testimonio del pasado de la antigua capital.
La ciudad histórica, que tiene menos de 25.000 habitantes, atrajo a unos 800.000 visitantes durante los nueve primeros meses de 2023, según los últimos datos difundidos por la agencia de prensa estatal.
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La provincia de Luang Prabang apuesta a atraer tres millones de turistas en 2024, o sea una gran parte de los 4,6 millones de visitantes esperados este año en el país, que espera obtener 712 millones de dólares de ingresos, según el medio oficial.
El turismo masivo y el tren de gran velocidad
El turismo, impulsado por la reciente construcción del tren de gran velocidad, es una de las escasas fuentes de divisas extranjeras para una economía moribunda desde la pandemia, en medio de la inflación y la deuda masiva con China.
Pero en Luang Prabang, el flujo de curiosos se acompaña de molestias que perturban la serenidad de la ciudad dormida en un meandro -curvas del río- del Mékong.
El turismo masivo y las inversiones chinas
Cada mañana, monjes ataviados de túnicas azafranadas recorren las calles para recolectar limosna entre los habitantes, costumbre colorida que suscita cada día la toma de miles de fotografías.
Los habitantes se quejan de que la procesión, típica de los países budistas del sudeste asiático, se convirtió en una sesión fotográfica.
“Toman fotos en vez de comprar algo”, para ofrecer a los monjes, se lamenta una comerciante de 30 años, que vende canastas de ofrendas que contienen arroz glutinoso, por 50.000 kips (2 euros).
Pero “si no hay suficientes turistas, perdemos dinero”, reconoce la comerciante, que rechazó dar su nombre. Hablar a los medios de prensa extranjeros es considerado peligroso en el país, donde el poder comunista ejerce un control casi total de la prensa.
Cerca de ella una joven impreca o maldice a los turistas para que no se acerquen mucho a los monjes.
El gobierno de Laos apuesta por el desarrollo de la línea de gran velocidad, que comunica desde 2021 la capital Vientiane a la frontera china, a través de Luang Prabang, para tratar de abrir este país montañoso que no tiene salida al mar.
La nueva estación de Luang Prabang está a unos 30 minutos por carretera del centro. Tiene una inscripción en lao y mandarín, que recuerda que China financió una gran parte de los 6.000 millones de dólares que costó la construcción de la línea.
Ahora se necesitan menos de nueve horas para llegar a Kunming, a cerca de 1.500 kilómetros de ahí, en el suroeste de China, gracias a un tren directo diario. Un trayecto que en la práctica solo podía ser efectuado en avión antes.
“Destino principal”
Zhang Ying, una turista de 70 años que acaba de llegar en tren de Chongqing (suroeste de China), quiso siempre visitar el reino del “Millón de elefantes”, uno de los sobrenombres de Laos.
“Este país es un destino principal en potencia y probablemente se desarrollará en el futuro, especialmente con las Nuevas rutas de la seda de Xi Jinping”, dice, en alusión al vasto programa de infraestructuras lanzado por el dirigente chino.
Los expertos saludaron el potencial económico ofrecido por esta primera vía férrea de Laos. Pero también se preocuparon por los riesgos que representa esta nueva deuda para la modesta economía del país.
Habitantes interrogados por la AFP subrayaron que los ingresos generados por el tren chino están desigualmente repartidos.
Y los apacibles paseos en barco por el Mekong al atardecer se han transformado cada vez más en cruceros karaoké. “El estilo cambió”, reconoce el propietario de tres barcos. “Eso destruyó la tranquilidad”.