Cercana a las escaleras que conducen a la Capilla Sixtina, los visitantes de los Museos Vaticanos, acompañados en pequeños grupos -dado el pequeño espacio y la delicadeza de los objetos- podrán sumergirse en la que fue una auténtica botica donde trabajaban las monjas benedictinas en los siglos XVI y XVII.
La botica de Santa Cecilia “representa un ejemplo único en su género por la integridad de la colección que está formada: los instrumentos, jarrones e incluso las especias que se usaban en el siglo XVI y conservadas hasta hoy después de que en 1936 el papa Pio XI decidiera trasladados al Vaticano para ser preservados pues con el desuso se estaban perdiendo”, explica a EFE Luca Pesante, del Departamento de artes decorativas de los Museos Vaticanos.
El traslado, prácticamente de toda la farmacia, desde el barrio romano de Trastevere donde está el convento, permitió que se detuviera el tiempo e incluso en los diferentes albarelos, jarrones y cajones se han conservando los objetos e ingredientes utilizados antiguamente para la fabricación de medicamentos.
Además se pueden observar colocados en las estanterías los jarrones de porcelana de un característico color azul cobalto donde se conservaban los jarabes y ungüentos, en tarros ordenados de mayor o menor tamaño, como se menciona en el diario manuscrito que narra el traslado de la farmacia del monasterio a la Biblioteca Vaticana en 1936.
Los albarelos perfectamente conservados están decorados con el nombre del medicamento o elementos figurativos como la recurrente de la hoja de vid, o grandes máscaras, rostros, ángeles, enredaderas o flores.
También se ha conservado un gran mortero, recabado de un capitel romano, y los dos tornos de madera en los que se exprimían las hierbas para sacar su esencia.
"El aspecto extraordinario de la botica es precisamente su integridad. Aún se conservan objetos muy diversos, desde enormes prensas hasta los recipientes para las hierbas, pero sobre todo lo más interesante: los ingredientes que se mantenían en los jarrones y en los que encontramos hierbas, corales, ámbar, semillas, hojas de varias plantas y esto lo hace una de las farmacias más interesantes de toda nuestra península", explica Pesante.
El estudio de todos los objetos ha permitido también reconstruir la historia del alfarero autor de estas cerámicas, Vincenzo Brizzelli de la localidad de Monteluppo Fiorentino (Toscana, centro), quien vivía en el convento para elaborarlas y les dio esa tonalidad que recuerda los conjuntos de las boticas de todo el mundo y de la época: el brillante azul cobalto.
Para la directora de los Museos Vaticanos, Barbara Jatta, "es el resultado de un largo estudio y que no sólo ha concentrado en las cerámicas, sino también en la farmacia, después de que en 1999 pasó de ser de la Biblioteca vaticana a los museos, lo que permitió su estudio desde entonces y esto nos hace muy felices porque es una pieza más en el conocimiento de estos preciosos materiales".
Una puerta en el interior de la antigua “Spezieria”, como se definían las boticas de los conventos, conduce a otra nueva sala que también se abrirá al público, la Sala de la Cerámica, donde se exhibe la colección vaticana de cerámicas medievales de cerámica medieval y moderna.