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Apenas comienza a amanecer cuando el guía de senderismo José Ignacio Roca llega con su grupo al lago Sarmiento. La mayoría aún tiene un poco de sueño porque el viaje desde la pequeña ciudad de Puerto Natales, sobre el fiordo Última Esperanza, partió a las 5:00 de la madrugada.
Pero el cartel de advertencia en el ingreso al Parque Nacional Torres del Paine despierta rápidamente a todos. La señal de madera, cuya leyenda advierte de un “peligro potencial de ataque”, indica la posible presencia de pumas en el sendero.
Roca los tranquiliza de inmediato: “No interesamos en absoluto a los pumas. No somos su presa predilecta”.
En breve se confirma que estos felinos de hasta 80 kilogramos de peso prefieren comer guanacos. Repetidamente se ven esqueletos de estos camélidos andinos comidos a pocos metros del sendero. Los excrementos frescos de puma hacen subir la adrenalina, aunque los humanos no estén en su menú.
Cerca de cien pumas viven en la zona. En casi ningún otro lugar de Sudamérica se pueden hallar tantos de estos felinos como aquí.
Durante la caminata se pueden observar manadas de guanacos. De repente, un pequeño grupo de estos animales empieza a huir.
Roca da a entender a las personas del grupo que deben permanecer quietas y calladas. El guía explora el paisaje con sus prismáticos. “Allí hay uno”, dice y señala hacia la cima de una colina lejana. Pero el puma no se ve a simple vista y cuando el guía alcanza los prismáticos, el felino ya ha vuelto a desaparecer.
Dos rutas alrededor de las torres del cielo azul
Poder ver los majestuosos cóndores en el cielo es una compensación suficiente por no haber llegado a observar al puma. Y para el día siguiente está prevista una nueva aventura en el programa: las Torres del Paine, que en el lenguaje de sus habitantes originarios significa “cielo azul”.
Las tres enormes agujas de granito, de casi 3.000 metros de altura y que dan nombre al Parque Nacional, son su punto de referencia.
El parque, situado en la parte chilena de la Patagonia, tiene una superficie de más de 2.400 kilómetros cuadrados. Su paisaje salvaje se caracteriza por lagos turquesa, bosques caducifolios vírgenes, montañas nevadas, fiordos, ríos caudalosos, cascadas y glaciares.
Antes de iniciar la aventura senderista, Natalia Gómez y Camila Espinoza, al igual que el resto de excursionistas, tienen que elegir entre la “O” y la “W” en el centro de visitantes.
“O” es un sendero circular de 130 kilómetros que exige superar hasta 4.500 metros de altitud en ocho días. Los senderos son solitarios y están alejados de la civilización, con pocos refugios. Hay que llevar comida y una tienda de campaña.
Las dos enfermeras de la capital, Santiago de Chile, eligen por tanto la ruta “W”, más fácil. Tiene 70 kilómetros de longitud y 2.500 metros de altitud que hay que superar en cuatro días. En esta ruta hay sofisticados hoteles, refugios y campings con pensión completa, por lo que no hay que cargar con provisiones.
Un camino agotador con paisajes dignos de postal
La etapa del primer día es dura. Pero merece la pena, porque conduce al paisaje de postal chilena por excelencia. Hasta el Mirador de Las Torres, junto al lago glaciar situado bajo las emblemáticas agujas de las Torres del Paine, hay que recorrer una subida permanente de nueve kilómetros y casi 1.200 metros de altitud.
La mayoría se despierta temprano para poder ver los angostos picos de piedra que se iluminan de color naranja durante el amanecer. Pero Camila y Natalia quieren ir con calma. “Como enfermeras venimos de dos años duros por la pandemia de coronavirus. Queremos disfrutar tranquilas de esta maravilla de la naturaleza”, explica Natalia.
Las agujas de granito se formaron hace más de diez millones de años. Luego, los glaciares de la Edad de Hielo formaron las torres de roca, sobre cuyas cimas los cóndores andinos hacen sus rondas con no poca frecuencia.
“El viaje a la Patagonia mereció la pena tan solo por este espectáculo”, dice Camila. Por la noche, las dos enfermeras se tumban en sus literas, agotadas pero felices.
Al día siguiente, la aventura continúa sin grandes escaladas a través de un paisaje de colinas a lo largo del lago Nordenskjöld, de una belleza casi kitsch.
A la derecha del lago caen innumerables cascadas de las altas paredes inclinadas del maciso rocoso Cuernos. Lleva ese nombre por la forma de cuerno de su pico y no tiene nada que envidiar, visualmente, a las Torres del Paine.
Un trueno amenazador
El tercer día hay que madrugar. El cielo del amanecer saluda con un rojo encendido. Luego de una hora de caminata se dejan las pesadas mochilas en el Campamento Italiano para seguir luego solo con el equipaje liviano hasta el Mirador Británico. Son tres horas de subida y otras tres de bajada.
Un potente trueno estremece amenazante a través del oscuro bosque. No se trata de una gran tormenta, sino de un alud que se desprende de los glaciares que descansan en las cimas de las montañas.
A cada rato, casi a un ritmo de cada diez minutos, caen enormes masas de nieve por las paredes rocosas y se mezclan con las cascadas de agua.
El cielo sobre la cuenca del Valle del Francés se cierra ominosamente. Finalmente, el ascenso se convierte en una escalada en un campo de cantos rodados, pero una vez que se llega a la cima, todo el esfuerzo se olvida.
El paisaje montañoso con el macizo de Cuernos parece sacado de un libro ilustrado, es como reinar sobre el aparentemente interminable bosque patagónico.
Inmensas lenguas glaciares
La última jornada es un juego de niños en comparación con el día anterior. La caminata dura solo cuatro horas, pero no lo logra nadie. Cómo hacerlo, cuando en el lago del glaciar Grey flotan cada vez más témpanos de hielo azul brillante que hay que admirar.
Finalmente, se llega hasta frente a una enorme pared de hielo. La lengua glaciar forma parte del Campo de Hielo Patagónico Sur, la mayor superficie de hielo del hemisferio sur fuera de la Antártida. Solo el glaciar Grey tiene 28 kilómetros de largo.
Desde el camping del Grey se puede tomar un bote hasta el hotel Lago Grey, desde allí parten ómnibus de traslado hasta Puerto Natales.
El barco navega por delante de la impresionante muralla de hielo, que se puede observar bien de cerca mientras se disfruta un Pisco Sour chileno. Es una cuestión de honor que el cóctel basado en la bebida nacional chilena se sirva aquí con hielo glaciar.
Información sobre Torres del Paine
Se puede llegar por vía aérea desde Santiago de Chile hasta Punta Arenas o Puerto Natales, y desde allí se toma un ómnibus hasta el Parque Nacional Torres del Paine.
La moneda vigente en Chile es el peso chileno. Mil pesos chilenos equivalen a 1,22 dólares o 1,12 euros.
La excursión por la ruta “O” de ocho días es relativamente exigente. La ruta “W”, en cambio, solo dura cuatro días. Para ambos recorridos se necesita resistencia, pero no experiencia en alpinismo. Todos los visitantes reciben un mapa a la entrada del parque. Los senderos están bien señalizados.
La mejor época para recorrer esta región es de octubre a mayo. En el parque hay varios hoteles pequeños, refugios y lugares para hacer campamento, en donde se ofrecen desayunos, cenas y comidas para llevar. Se recomienda realizar una reserva antes de viajar.
Para mayor información, ingresar a las páginas web de Torres del Paine, www.torresdelpaine.com, y de turismo oficial de Chile, www.chile.travel.