Nelson, de 49 años, sufrió un accidente mortal descendiendo en esquí del Manaslu (8.163 metros), la octava cumbre más alta del mundo. Su cuerpo fue recuperado el miércoles.
¿Qué cumbres son más peligrosas?
Nepal acoge las cumbres más populares del Himalaya. Entre 1950 y 2021 se han registrado 1.042 decesos allí, 405 de ellas en este siglo.
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Un tercio de las muertes está causado por avalanchas y otro tercio por caídas de los escaladores, según la Base de Datos del Himalaya. Muchos también mueren por mal de montaña y agotamiento.
La montaña más letal es el Annapurna (8.091 metros), con 72 muertes por 365 ascensiones desde los 1950, es decir, un deceso por cada cinco cimas exitosas. El Dhaulagiri y el Kanchenjunga presentan una ratio de letalidad del 10%.
Los pasos empinados y el peligro de avalanchas han merecido al pico paquistaní K2 (8.611 metros) el apodo de “Montaña salvaje”, con al menos 70 muertos desde 1947.
La cumbre con más muertes es el Everest, con más de 300 entre 1950 y 2021. Pero el número de escaladores es muy superior, con lo que la ratio de mortalidad es del 2,84%.
¿Cómo afecta el cambio climático?
Un estudio de 2019 advirtió que los glaciares del Himalaya se estaban fundiendo el doble de rápido que en el siglo pasado.
Otro estudio este año, usando datación por radiocarbono, señaló que la capa superior de hielo cerca de la cumbre del Everest era de hace 2.000 años, sugiriendo que el glaciar se está adelgazando 80 veces más rápido que cuando se formó.
¿Cómo aumenta esto el peligro?
Aunque no existe un análisis extenso sobre el cambio climático y los riesgos del alpinismo en el Himalaya, los escaladores hablan de un ensanchamiento de las fisuras, de zonas nevadas ahora acuosas y de formaciones de lagos glaciares.
“Usar crampones para nieve en hielo fino y rocas expuestas puede ser especialmente peligroso”, dice el experimentado guía nepalí Sanu Sherpa, que ha escalado dos veces los 14 ochomiles.
“La cobertura de nieve es muy inferior. Temo que las montañas sean solo roca en unas generaciones”, apunta.
Como los glaciares son más impredecibles, el riesgo de avalanchas aumenta.
En 2014, se desplomó una inmensa pared de nieve, hielo y roca que mató a 16 guías nepalíes en la traicionera cascada de hielo Khumbu del monte Everest, uno de los accidentes más mortíferos en el Himalaya.
“El tiempo se ha vuelto más errático. Unos años más caliente, otros más frío... Los habituales patrones históricos no pueden usarse como predicciones, con lo que escalar se ha vuelto más peligroso por el tiempo”, dice el bloguero de alpinismo Alan Arnette a AFP.
¿Y la masificación?
Pero los expertos también apuntan como factor la inexperiencia de una nueva ola de turistas de montaña poco preparados que se suman a los cientos de escaladores que hay cada año en Nepal, Pakistán y Tíbet.
El rápido crecimiento de la industria de la escalada ha creado una feroz competencia entre las diferentes empresas, suscitando el temor de que algunas recortan el presupuesto de seguridad.
Nepal emitió este año 404 permisos para el monte Manaslu, el doble de lo habitual. Y Pakistán también duplicó el número de licencias para el K2, hasta 200.
En 2019, un enorme atasco en el Everest forzó a las expediciones a esperar horas entre gélidas temperaturas y bajos niveles de oxígeno que pueden llevar a mareos y agotamiento. Al menos cuatro de las 11 muertes registradas ese año se atribuyeron a la aglomeración.
¿Qué medidas se han tomado?
Muchas empresas turísticas usan ahora drones para evaluar remotamente el riesgo y monitorizan los datos vitales de los escaladores a tiempo real. También muchos alpinistas llevan localizadores de GPS.
Los organizadores también almacenan más oxígeno y la calidad de los informes meteorológicos ha mejorado notablemente.
Pero Lukas Furtenbach, de Furtenbach Adventures, pide más medidas.
“Las compañías deben invertir en educación ante avalanchas y en herramientas de entrenamiento y evaluación de riesgo para sus guías, así como equipamiento para avalanchas como balizas y tecnología de rescate RECCO”, dice a AFP.
Escalar dentro de límites
Pero al final, depende de la decisión de cada operador.
“Por supuesto trabajamos tan duro como podemos para llevar a nuestros clientes a la cima, pero solo si puede hacerse dentro de unos estricos límites”, dice Mike Hamill, de Climbing the Seven Summits.
“No tenemos miedo en suspender una escalada si las condiciones o el tiempo dictan que es demasiado peligroso”, asegura.