Hace cinco años, los visitantes extranjeros apenas representaban el 5% de los turistas que alquilaban una casa rural en España. Ahora han aumentado al 20%, según el ministerio de Turismo. “Algo bueno se habrá hecho”, se felicita el responsable de turismo sostenible del ministerio, Ricardo Blanco, durante la feria de turismo Fitur de Madrid (22-26 de enero), una de las más grandes del mundo.
En 2019, España, segundo destino turístico mundial por detrás de Francia, batió un nuevo récord de afluencia con casi 84 millones de turistas extranjeros. Pero las grandes estaciones balnearias construidas en el litoral a partir de los años 1960 vieron recular sus beneficios en un 0,7%. Tras unos años marcados por la inestabilidad y la inseguridad, los clientes del norte de Europa han vuelto a destinaciones más económicas como Turquía, Túnez y Egipto.
Sol y playa
En cambio, el turismo extranjero experimentó un crecimiento “cercano a los dos dígitos” en las verdes regiones de la costa del norte y evolucionó bien en el centro árido y despoblado, pero con un rico patrimonio medieval, anunció recientemente la patronal del sector Exceltur, partidaria de reorientar el modelo español para dejar atrás la dependencia del “sol y playa”.
En Asturias (norte), tierra de paisajes salvajes y bien preservados entre el mar y la cordillera Cantábrica, los esfuerzos “empiezan a dar frutos”, celebra la viceministra regional de Turismo, Graciela Blanco. En diez años, la proporción de turistas extranjeros pasó del 10 al 20%, alcanzando la cifra récord de 400.000 visitantes en 2019.
Aprovechando el renovado interés por el Camino de Santiago, con varios itinerarios que pasan por su territorio, la región multiplicó las acciones de promoción de sus numerosos parques naturales en el mercado europeo así como el coreano o el japonés, muy interesados en el peregrinaje. Lo mismo ocurre en Galicia (noroeste), el destino final del camino religioso, donde el número de turistas extranjeros se duplicó en diez años, con una multiplicación de la oferta de visitas gastronómicas, rutas de vino o paseos a caballo para atraer a los peregrinos.
“Muchos vuelven” después del Camino a hacer turismo, asegura Carmen Fernández, responsable de comunicación de una agrupación de empresas del sector de la región. En Navarra, región vecina del País Vasco, los turistas aumentaron también en 2019, con estancias más largas y un gasto mayor que supuso un aumento del 3% de los beneficios empresariales. Para atraer a los estadounidenses, la región se apoya al icono literario Ernest Hemingway, amante de las fiestas taurinas de San Fermín en Pamplona y de la pesca de la trucha en los Pirineos, explica Ana Lizarraga, directora de marketing del gobierno navarro.
Difícil de vender
Pese a estos progresos, “el interior (de España) sigue (siendo) dificilísimo de vender en internet”, se queja Cristina Brunet, propietaria de un alojamiento turístico en Palencia (norte), en una de las regiones menos pobladas del país, Castilla y León. Los turistas en busca de ideas teclean los nombres de regiones que ya conocen, explica, lamentando que el gobierno no hace suficientes esfuerzos en las ferias internacionales para promocionar el centro del país.
Todavía hoy, “casi nadie, ni los propios españoles, conoce el interior de España, pero todo el mundo conoce Marbella, Torremolinos o Benidorm”, admite Eduardo Gutiérrez, del organismo público de innovación turística Segittur. Además, los habitantes de estas zonas rurales que querrían impulsar proyectos turísticos se enfrentan a la escasa conexión de internet o a los problemas para conseguir préstamos, dado que los bancos endurecieron las condiciones de crédito desde la crisis, señala María Teresa López, presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales. La consolidación del turismo rural “todavía es un poco precaria”, reconoce Blanco, cuyo gobierno espera poder aumentar al 35% los clientes extranjeros en este sector.