Volvo, Ford, BMW pero también Apple, Google, Uber y Tesla: solos o a través de asociaciones, casi todos los grandes nombres del automóviles y de la tecnología se han lanzado desde hace varios años en una veloz carrera para ver cuál pone en el mercado el primer vehículo autónomo.
La mayoría de los grandes fabricantes promete las primeras producciones en serie desde 2020/2021.
El gigante de chips Intel, que compró la compañía israelí Mobileye (sistemas anticolisión), quiere probar 100 coches autónomos este año, mientras que Waymo (Alphabet/Google) hace pruebas con voluntarios en Arizona (suroeste de EE.UU.).
El fabricante estadounidense de coches eléctricos de lujo Tesla ya está equipando sus modelos con los sensores, cámaras, radares y programas necesarios para la conducción autónoma.
Con el sistema de piloto automático ya son parcialmente autónomos y pueden realizar muchas maniobras, como frenar en caso de peligro. Se estima que entre 90% y 94% de los accidentes se deben a errores humanos.
“Están puestas las bases para que los automóviles sean completamente autónomos, con un nivel de seguridad que creemos que es al menos el doble que el de una persona”, dijo el director general de Tesla, Elon Musk, quien prometió una demostración de conducción con total autonomía de Los Ángeles a Nueva York antes de fines de 2017.
El entusiasmo de la industria parece recibir el apoyo de los poderes públicos.
A fines de junio, los países del G7 se comprometieron a “eliminar posibles obstáculos en la reglamentación a la introducción de tecnologías de conducción automatizada y conectada, tanto a nivel internacional como nacional”.
Sólo en California, unas 40 empresas tienen autorización para probar coches sin conductores en las carreteras, y el estado de Nueva York dice que está dispuesto a acoger ensayos para “reducir el número de accidentes”.
Esta semana, la Cámara de Representantes del Congreso estadounidense aprobó un proyecto para facilitar el despliegue de automóviles autónomos, y evitar en particular que los estados impongan regulaciones demasiado restrictivas.
Pero para algunos, a pesar de los avances de la inteligencia artificial, los gobiernos y las empresas van demasiado rápido.
“Debemos detener la comedia” de hacer creer que los autos completamente autónomos son para mañana, enfatiza en una nota el analista Bob O’Donnell, de la firma TECHnalysis, calculando que la espera será “mucho más larga”.
Para la asociación de consumidores Consumers Watchdog, que denuncia los “efectos de marketing”, “Estados Unidos está a décadas de un sistema de transporte totalmente autónomo”.
Desde “las preocupaciones por la seguridad frente a la falta de infraestructura” informática que permita una comunicación fluida entre los vehículos y los servidores, y entre los propios vehículos, hasta “los altos costos y la incertidumbre legal (...), son muchas las preocupaciones legítimas que impiden imaginar vehículos verdaderamente autónomos a corto plazo” en las carreteras, sostiene O’Donnell.
El experto menciona además los problemas relacionados con las responsabilidades y los seguros.
Según la prensa, unos 15 ingenieros y ejecutivos de Tesla que trabajan en esta tecnología han dejado el grupo en los últimos meses al considerar que están lejos de dar con un producto seguro a pesar de los anuncios de Musk, quien ha insinuado que lo único que falta es la luz verde de las autoridades para poner a rodar coches completamente autónomos.
La asociación de consumidores Consumers Union ha manifestado estar preocupada además por los riesgos que supone un hackeo.
Tesla tuvo que desarrollar el año pasado un parche de seguridad para su Model S, después de que investigadores chinos aseguraran haber hackeado el sedán a distancia gracias a las conexiones inalámbricas que lo rodean.
El piloto automático también fue cuestionado tras la muerte de un automovilista en 2016 en Estados Unidos. El organismo regulador estadounidense afirmó entonces que la tecnología no había sido la responsable, pero varios estudios de opinión muestran que mucha gente sigue reacia a quitar totalmente las manos del volante.
Y por último, está el tema de la ética: en caso de accidente inevitable, ¿un automóvil autónomo sacrificaría a su pasajero para evitar el atropellamiento de varios peatones?