Este material, llamado “Twistron”, podría producir corriente gracias al movimiento de las olas del mar o a los cambios de temperatura, dicen las conclusiones del trabajo publicado en la revista Science.
La fibra se compone de nanotubos de carbono, unos cilindros huecos cuyo diámetro es 10.000 veces menor que el de un cabello.
Para generar electricidad, primero deben haber sido sumergidos o revestidos con un material conductor de iones -o electrolitos-, que puede ser incluso una mezcla de sal de mesa y agua.
“Al sumergirse las fibras de nanotubos de carbono en un baño de electrolito, las fibras se cargan gracias al propio electrolito”, explicó Na Li, científica del NanoTech Institute en la Universidad de Texas, Dallas. “No se necesitan baterías externas ni voltaje”, agregó.
La investigación está todavía en una etapa preliminar y los científicos han subrayado que esta tecnología no pretende ser desarrollada para proyectos a gran escala. Al menos no por el momento.
Según los experimentos de laboratorio, un Twistron, que pesa menos que una mosca común, es suficiente para alimentar una pequeña bombilla LED, iluminándose cada vez que se estira la fibra.
Otro experimento mostró que, tejidas en una prenda, estas fibras pueden alimentar un aparato de respiración autónomo. “Hay mucho interés en usar energía malgastada para alimentar los objetos conectados”, dijo Li. “La tecnología Twistron podría ser usada para aplicaciones en las que cambiar las baterías no es práctico”.
La investigación, en la que participa también la Universidad de Hanyang de Corea del Sur, es financiada por varias agencias de Estados Unidos (la Fuerza Aérea, la NASA, la Oficina de Investigación Naval), así como por el programa de cooperación entre la Fuerza Aérea y el Ministerio de Ciencias surcoreanos.