Lo han demostrado un equipo de investigadores y tecnólogos de la Universidad de Kyoto (Japón), que han publicado las conclusiones de su trabajo sobre robots en la revista Frontiers in Robotic and AI.
Los investigadores diseñaron un modelo de risa “compartida”, y el robot aprendió a responder a la risa de un humano con otra risa y con una respuesta igualmente empática, para lo que tuvieron que enseñar a la máquina varias fases.
Lea más: Un robot con patas inspiradas en el halcón para posarse como un pájaro
Primero aprendió a detectar la risa; después a decidir si procedía reírse o no y finalmente a elegir el tipo de risa más adecuado en cada circunstancia, y tras numerosas anotaciones y diálogos se recrearon escenarios sociales donde grandes grupos de personas se mezclaban o interactuaban uno a uno durante un breve espacio de tiempo, en un maratón de emparejamientos que involucró a estudiantes universitarios.
La risa
En el trabajo que han publicado, los investigadores han corroborado el interés por el humor y la risa desde hace siglos, y en ese sentido han observado que los griegos atribuían el humor a sentirse superiores a expensas de los demás; que el psicoanalista Sigmund Freud creía que el humor era una forma de liberar energía reprimida; o que el comediante estadounidense Robin Williams era capaz de aprovechar su ira ante lo absurdo para hacer reír a la gente.
Lea más: Sashimi de atún, ¡y que me lo traiga el robot, por favor!
Los investigadores enseñaron también al robot a diferenciar las risas y utilizar la más adecuada en cada situación, ya que una risita cortés puede ser más apropiada en un momento determinado que una risa fuerte, y comprobaron su aprendizaje en distintos escenarios y situaciones.