“Va a haber nuevas formas de interactuar con los dispositivos que van a ser mucho más naturales que pulsar un teclado o un botón. Vas a hacer un gesto, o a decir unas palabras. Incluso sólo tendrás que pensar en una acción para hacerlo”, se entusiasmó el jueves Mark Zuckerberg, el fundador del gigante de las redes sociales.
El multimillonario anunció que su empresa ahora se llamará “Meta”, como la palabra griega que significa “más allá”, pero también como metaverso, por metauniverso, ese mundo paralelo que, según él, representa el futuro de internet.
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Para sus detractores, el grupo californiano busca con esta estrategia distraer la atención de los numerosos daños de los que se le acusa, desde la difusión de desinformación hasta el abuso de una posición dominante en el mercado de la publicidad en línea.
Pero más allá de una posible estrategia política, el metaverso abarca dispositivos y estilos de vida que ya existen, para una minoría, como los coches autónomos.
Inmersión progresiva
Desde el lanzamiento hace un año del casco de realidad virtual Quest 2 de la marca Oculus (adquirido por Facebook en 2014), se han vendido alrededor de 1,87 millones de dispositivos en todo el mundo, según los investigadores del centro Statista.
En este momento, se utilizan principalmente para juegos de inmersión, con mandos y controles para simular un partido de tenis, por ejemplo.
Facebook también ha empezado a construir espacios más informales, como las “salas de trabajo”, donde los participantes aparecen alrededor de una mesa redonda como avatares personalizados que parecen personajes de dibujos animados.
Todavía estamos muy lejos de la novela distópica de Ernest Cline “Ready Player One”, en la que la mayor parte de la humanidad escapa de un mundo en crisis adentrándose en un sistema global de realidad virtual (RV), a través de un visor, guantes o ropa táctiles.
“Pero dentro de cinco o diez años, muchas de estas tecnologías se convertirán en algo común”, dijo Zuckerberg durante su presentación desde una casa virtual con un entorno paradisíaco, al enlistar los ladrillos tecnológicos necesarios para construir este universo paralelo.
Los equipos, cascos de RV o gafas de realidad aumentada, no sólo proyectarán imágenes en muy alta definición y en 360 grados, sino que también serán capaces, mediante sensores, de reproducir el aspecto físico de una persona, desde el grano de su piel hasta sus expresiones faciales, de forma ultrarrealista y en tiempo real.
Miradas a los ojos
Facebook está trabajando en un casco diferente al de Oculus, llamado Cambria, que sería más cómodo para poder llevarlo durante más tiempo y contaría con nuevas herramientas.
“Los avatares pueden mirarse a los ojos de forma natural”, celebró Angela Chang, directora de dispositivos de realidad virtual de Meta. “Combinamos una batería de sensores con algoritmos de reconstrucción del mundo físico, con profundidad y perspectiva”, explicó.
Para su adopción masiva, el metaverso necesitará también un sistema operativo abierto, en el que los usuarios puedan pagar fácilmente por objetos virtuales y transportarlos de un mundo a otro, como la ropa.
El grupo californiano pretende impulsar la aparición de un ecosistema de empresas que creen programas para esta nueva Internet.
Zuckerberg ha estimado que dentro de diez años el metaverso podría representar “mil millones de usuarios, cientos de miles de millones de dólares en comercio digital y millones de puestos de trabajo para creadores y desarrolladores”.
Esto requerirá formas de proteger las transacciones y las creaciones intangibles. Para ello se podría utilizar la tecnología descentralizada blockchain, que ha permitido la aparición de criptomonedas como el bitcóin y los NFT (certificados digitales de autenticidad para contenidos en línea).
“Nuestra prioridad será el metaverso, no Facebook”, subrayó Zuckerberg. “Esto significa que, con el tiempo, no se necesitará usar Facebook para acceder a nuestros otros servicios”.