Durante el primer trimestre de su ejercicio fiscal, la empresa con sede en San José (California, EE.UU.) facturó 328 millones de dólares, un 169 % más que los 122 millones del mismo período de 2019, y ganó 27 millones, 12 veces más que los 2,2 millones de abril del año pasado. Por su parte, los accionistas de la empresa de videoconferencias se embolsaron en los pasados tres meses 10 centavos por título, un dato no comparable al ejercicio pasado porque por entonces Zoom todavía no había salido al mercado de valores.
La compañía se ha convertido en uno de los símbolos más internacionales de la pandemia de COVID-19, ya que en cuestión de semanas ha pasado de tener una presencia casi marginal en el mercado a ser una herramienta fundamental en el día a día de millones de personas.
Escuelas, empresas e instituciones públicas de todo el mundo celebran en Zoom las reuniones que antes hacían en persona, y la cifra de clientes con más de diez usuarios alcanzó los 265.400 en abril, un 354 % más que hace un año. Pese al éxito rotundo de la empresa durante los pasados meses, esta también ha sido objeto de críticas desde varios frentes por sus fallos de seguridad que, por ejemplo, permiten a terceros “colarse” en reuniones a las que no han sido invitados y por problemas con la gestión de la privacidad de los usuarios.
“La crisis de la COVID-19 ha disparado la demanda de interacciones cara a cara usando Zoom. El número de usuarios ha crecido rápidamente, dado que la gente ha integrado Zoom en sus vidas, trabajo y educación”, indicó al presentar las cuentas el fundador y consejero delegado de Zoom, Eric Yuan.
Para el conjunto del año fiscal, la empresa proyectó unos ingresos de entre 1.775 y 1.800 millones de dólares. Los buenos resultados de Zoom, sin embargo, quedaron por debajo de lo esperado por los analistas, y las acciones de la empresa caían un 2,81 % hasta los 202,59 dólares por título en las operaciones electrónicas posteriores al cierre de los mercados en Wall Street.