La primera y única enmienda existente hasta ahora en nuestra Constitución fue realizada entre los años 2010 y 2011. La intención en aquel entonces fue otorgarles el derecho del sufragio a los paraguayos que, por diferentes motivos, viven en el exterior.
El Paraguay acude hoy a las urnas y debería hacerlo bajo el mandato imperativo –innegociable y urgente– de EXIGIR un cambio de rumbo a las autoridades que hoy resulten electas por el voto popular. Desde el advenimiento de la democracia en 1989, en demasiadas ocasiones se han arribado a elecciones generales teniendo al país en condiciones ruines de vida y trabajo, pero nunca hemos llegado al punto en que nos encontramos en este 2023. El espejo nos devuelve una nación desbordada por crímenes tan diversos como brutales entre los que están el crimen organizado, el narcotráfico, el lavado de dinero y la desvergonzada corruptela generalizada en el sector público. Nuestras instituciones democráticas han sido permeadas por criminales de toda calaña.
Hoy se celebran las elecciones generales en Paraguay, día en que cada ciudadano define con su voto quién dirigirá la política nacional durante los próximos 5 años. La puja es entre los candidatos de las dos principales fuerzas políticas del país. Disputa cuyo resultado podría ser una diferencia muy ínfima, lo que genera un escenario incierto y confuso.
En una suerte de danza de lobos, hoy se cruzarán en los pasillos de los locales electorales compatriotas animados por contrapuestos intereses para elegir presidente de la República y vice, senadores y diputados, gobernadores, y concejales departamentales.
El compromiso del nuevo presidente y parlamentarios que resulten electos en los comicios de hoy, para con los sufridos pobladores del Alto Paraguay, debe ser buscar paliar el largo abandono que desde hace décadas vienen padeciendo estos heroicos moradores, quienes hacen patria por estos lejanos lugares de la soberanía nacional.