Durante la Semana Santa, los cristianos recuerdan el suplicio de quien se hizo carne para redimir a la humanidad de sus pecados. Si Jesús tuvo que cargar una pesada cruz, en la que terminó expirando para resucitar al tercer día y subir al cielo, no son pocos los mortales que sienten el peso cotidiano de la miseria y de la injusticia: por lo general, recorren en silencio un vía crucis abierto, muchas veces, por autoridades arbitrarias, voraces e ineptas, que los engañan con descaro, aprovechando su ignorancia. La gran mayoría del pueblo paraguayo es una indefensa víctima colectiva de esos malandrines que saquean el país con sus corruptelas de siempre, sin que el Ministerio Público ni la judicatura crean necesario hacerles sentir el peso de la ley: por acción u omisión, se confabulan con ellos en contra de las personas de bien, haciendo triar el principio de igualdad ante las leyes.