La República del Paraguay vivirá un antes y un después de los Juegos Suramericanos Asu2022: la localía de los juegos ha corrido el velo y ha puesto en la vidriera nuestras fortalezas y, más que nada, las miserabilidades. Las autoridades y la clase política en particular, y la ciudadanía toda en general, tenemos el compromiso moral, a partir de ahora, de honrar los esfuerzos individuales y grupales –heroicos– que hacen atletas y nucleaciones deportivas para representar a nuestro país. Un chofer de ómnibus ejecutando tiro con arco, una ingeniera aeronáutica representándonos en lucha, una abogada compitiendo en fisicoculturismo, una jovencita medalla de plata que trabaja como conductora de plataforma para generar ingresos y cubrir sus gastos, ¿no son acaso suficientes muestras de superación como para rasguñar las piedras, conseguir fondos y financiar becas deportivas como política y no como golpes aislados?