Sobre el lenguaje y la literatura y Harold Pinter, sobre Shaban al-Dalou y Toshiyuki Mimaki, sobre hibakushas y novelistas surcoreanas, sobre genocidios y premios Nobel, sobre eufemismos y silencios, sobre la mentira y la verdad, sobre Gaza e Hiroshima.
En el extremo sur del archipiélago, y considerada la cuna de su civilización, se encuentra la isla de Kyushu, la tercera más grande de Japón y su puerta de entrada durante dos mil años. Allí, en el año 24 de la era Showa, nació la legendaria Moto Hagio, creadora del shonen-ai y revolucionaria del shojo manga, que esta semana celebra 71 años de vida. Julián Sorel, el otaku, la saluda en este artículo.
El nombre ero-guro-nansensu reúne tres elementos: lo erótico (ero), lo grotesco (guro) y, finalmente, lo absurdo, el nonsense (nansensu).
La vida en la bulliciosa ciudad de Edo antes de la restauración Meiji anima las viñetas del manga Sarusuberi.
En un mes de abril como este que hoy comienza murió hace mucho tiempo uno de los grandes maestros del ukiyo-e. Recordemos al artista de los mil nombres y los mil nombres del artista.
El mismo año –1889– en que se inauguraba la Torre Eiffel, el primer número de The Wall Street Journal salía a las calles y nacía Adolf Hitler, y el mismo lunes –23 de septiembre– en que moría en Londres el autor de The Moonstone, Wilkie Collins, Fusajiro Yamauchi abría en Kioto un pequeño negocio que creció rápidamente vendiendo naipes artesanales a la Yakuza, mafia que controlaba las salas de juego y las apuestas. Lo llamó Nintendo.