En el primer cuarto del siglo XX el Uruguay se encaminaba a celebrar el Centenario de su Independencia Nacional, momento oportuno para redefinir los rasgos de su imaginario colectivo cuyos mitos fundacionales se proyectarían en el escenario nacional por varias décadas. Las singulares y contradictorias condiciones en que nuestro país irrumpió a la vida independiente (revolución oriental, conflictos con el centralismo porteño, exilio de Artigas en Paraguay, dominación brasileña y portuguesa, Declaratoria de la Florida, Convención Preliminar de Paz de 1828 y primera Constitución de 1830) así como los conflictos internos fratricidas durante gran parte del siglo XIX, habían condicionado el surgimiento de una épica nacionalista temprana.