Llego a Nueva York después de un vuelo trasatlántico. Es una ciudad en la que viví durante los años universitarios y que visito con cierta frecuencia.
Kamala Harris ya es oficialmente la candidata demócrata a la presidencia. Después de cuatro jornadas maratonianas, la convención demócrata, celebrada en Chicago, finalizó con el discurso de aceptación de la vicepresidenta de Joe Biden. El relevo generacional dentro del Partido Demócrata ya es un hecho y Harris enarbola una antorcha a la que otros después de ella pueden aspirar.
Donald Trump no es conocido por su apego a la verdad y los hechos. Más bien, son detalles que le son indiferentes y obstaculizan el “relato” que elabora de acuerdo a sus intereses personales.
Lo leí en el diario español El País. El comentario de un chef de alta cocina se me quedó grabado: “Los ricos de verdad no van a restaurantes”, afirmaba en la entrevista Aleíx Sarrión, un cocinero notable que se ha esforzado por conocer a fondo los gustos de los multimillonarios. Una de sus conclusiones es que los ricos huyen de la masificación, en busca de una privacidad que, al parecer, les alivia el estrés de sus vidas.
Nadie duda de la reputación del Centro Carter. Es todo lo contrario de lo que sucede con el régimen de Nicolás Maduro, cuyas malas mañas son viejas y universalmente conocidas.
Todo iba bien hasta que el presidente Joe Biden anunció que se retiraba de la carrera por la reelección. Al parecer, así lo percibía el ex presidente Donald Trump, quien, en su discurso de clausura en la convención republicana, no dudó en descalificarlo. Aclamado por los presentes como una suerte de mesías y recién “coronado” para intentar ocupar nuevamente la Casa Blanca, dijo de Biden que era “el peor presidente de la historia de Estados Unidos”.