La muerte del campesino Édgar Centurión Almirón ocurrida el miércoles 15 de junio durante un poco claro enfrentamiento entre campesinos y policías en la zona de Pirapey, Itapúa, no debe terminar como un dato estadístico más en los ya numerosos capítulos de sangre que viene escribiendo un sector históricamente marginado en el país. Capítulos de una historia de repartija de tierras en forma obscena entre favorecidos de la dictadura en el pasado reciente y que siguió y se perfeccionó durante estos últimos 30 años de democracia de cartón post golpe en la que los más avispados, valiéndose de las malas artes en procesos legales, fueron apropiándose sin prisa, pero sin pausa, de cuanto pedazo de tierra tenían al alcance de sus garras, con la complicidad de sus apadrinados en el exIBR (Instituto de Bienestar Rural).