El joven tocaba la bocina con insistencia, irritado porque el vehículo situado enfrente no avanzaba para cruzar el semáforo en verde. Volvió a insistir, profiriendo palabras más que expresivas hacia las cualidades del chofer distraído, que seguía sin moverse; en esos momentos, ve a una persona acercarse a la ventanilla del auto en cuestión para hablar con el anciano que estaba al volante. Por alguna razón el motor se había detenido y no conseguía hacer girar la llave, con pocos movimientos le prestó la ayuda oportuna y necesaria, el anciano agradeció y pudo seguir su camino. Al percatarse de lo ocurrido, el joven de atrás no pudo evitar sentir un poco de vergüenza, y ojalá lo acontecido le haya llevado a meditar más tarde en su comportamiento.