La especialización creciente de la producción exige un número de intercambios cada vez mayor y hace que surjan las primeras innovaciones financieras para superar algunas de las limitaciones del metal. El transporte de grandes cantidades de metales preciosos es una actividad costosa y arriesgada. Lo mismo ocurre con su almacenamiento y con la determinación de su ley. Para economizar en estos costes, un grupo de personas –probablemente aquellas que por su comportamiento y sus costumbres gozaban de la confianza de los restantes miembros de su comunidad– se especializaron en guardar el dinero de los demás. Seguramente, los primeros custodios del dinero fueron orfebres, ya que, por razón de su oficio, tenían los medios necesarios para manejar y almacenar los metales preciosos. Pero poco a poco, a medida que el uso monetario de esos metales fue ganando en importancia con relación a su utilización como mercancías, algunos de esos orfebres optaron por abandonar su oficio y se convirtieron en los primeros banqueros.