Se realiza en Asunción la sexagésima Cumbre de Presidentes de un Mercosur moribundo. Tanto es así que Jair Bolsonaro, el mandatario de Brasil, que es el país de mayor peso específico del bloque y el principal de sus mentores, ni se dignó a venir. Esta cumbre concluirá como las 59 anteriores, con una rimbombante declaración conjunta, bonitas expresiones de deseo, cínicas posturas políticas y compromisos que nadie estará dispuesto a cumplir. Bien lo sabe Paraguay, que ha tenido que adecuarse a los intereses de sus grandes vecinos, alinearse con sus modelos tradicionalmente cerrados y proteccionistas y, a cambio, solo ha encontrado trabas cada vez que ha podido explorar oportunidades en el mercado regional o global que de alguna manera chocasen con la conveniencia, no digamos ya de sus socios, sino incluso de algún sector específico de sus economías.