Ser crítico es tomar el argumento de cada información y sumarlo a otros que retuvimos, para después pensar y sacar una conclusión, a su vez siempre abierta a la riqueza otros nuevos pensamientos y opiniones. Sin embargo, lo simple no es fácil de lograr, menos cuando la industria publicitaria lo puede casi todo sobre la gente. Hay campañas globales que toman un tema y brutalmente hacen bandera general. Es preocupante que se fomenten el roce y el enfrentamiento, trabajando sobre la emoción y el impulso. EE.UU. acaba de aprobar políticamente el “matrimonio homosexual”, un giro, a estas alturas nada sorprendente, del poder de la Corte Suprema del país del Norte sobre la libertad de sus Estados. Lo mismo ocurre con otras ideas que han logrado instalar en la mente y el corazón de las masas. La homosexualidad es una materia que jamás debió lanzarse al ruedo de las sociedades como lo han hecho, mediante campañas agobiantes y divisorias. Servirse de la palabra “amor” es una salida escueta; y qué nos espera si el amor se utiliza como arma política. La gran pregunta es si después de una aprobación legal, la diversidad logrará mejorar la convivencia. Los cambios sí pueden producirse, pero cuando son reales se dan casi imperceptiblemente, no a partir de un decreto. Este tiempo policial que incluso se ha instalado en las redes a nivel de amigos, no puede ser acrecentador.