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María Soledad, la compañera al final del camino
Hace poco más de 20 años, una hermosa joven llegó al Hospital Nacional de Itauguá con un fuerte golpe en la cabeza tras sufrir un accidente. Los médicos del lugar la socorrieron, no sin antes intentar identificarla para dar aviso a sus familiares; pero la mujer no llevaba consigo documentos.
Luchó por su vida con todas sus fuerzas pero pese a ello, y al esfuerzo de los médicos, nada se pudo hacer: la joven vida terminó por apagarse. El cuerpo fue trasladado a la morgue, aguardando que algún pariente se acerque al lugar a identificarlo y darle un último adiós digno.
Pasaron los días y nadie apareció, por lo que el personal de blanco del lugar decidió nombrar a la joven como “María Soledad” y darle cristiana sepultura.
Desde ese entonces, “María Soledad” se convirtió en la compañía de enfermeros, médicos, familiares y pacientes del hospital. Cuentan que muchos enfermos que atraviesan por una difícil situación de salud reciben su visita y con una gran sonrisa la joven los acompaña y cuida hasta el final.
Los gritos del Mariscal López
Es bien sabido que la fuerte energía que queda acumulada en los campos de guerra tiene tanto poder como para contar su propia historia. Pasa en todo el mundo y Cerro Corá no puede ser la excepción.
Cuentan quienes se animan a pasar la noche en el conocido parque que, en medio del silencio, es posible escuchar el relinchar y el galope de los caballos, soldados gimiendo de dolor, disparos con arma de fuego e incluso al mismísimo Mariscal López dando órdenes.
En el lugar donde Madame Lynch enterró con sus propias manos a Panchito López junto a su padre, es posible ver luces que cambian de lugar de manera extraña y luego desaparecen, mientras que en las aguas del Aquidabán Nigui se escuchan las firmes pisadas de los soldados huyendo del enemigo.
Juego de niños
Sepultureros del camposanto respetan su memoria e incluso prenden velas y rezan por su eterno descanso, pero no pueden evitar comentar una de las tantas anécdotas que tienen con este par de niños.
Un día cualquiera decidieron ir a limpiar la vereda de la iglesia cercana al cementerio, cuando escucharon que los portones de la misma empezaron a sacudirse. Voltearon para ver qué provocaba el movimiento y no vieron nada, por lo que continuaron con la limpieza.
Se disponían a juntar la basura, cuando nuevamente las rejas se empiezan a sacudir pero esta vez escuchan risitas de niños a la par del ruido de los hierros. Vuelven a voltear y en la cima de las altas rejas ven a un par de pequeños mirándolos fijamente.
Los sepultureros quedan perplejos al ver que los niños bajan de los portones de un salto y cruzan la calle corriendo para ingresar al cementerio, donde los pequeños quedaron unos segundos parados ante un panteón totalmente cerrado, los saludan y entran a seguir descansando en su morada eterna.
Francisca Villalba y otras numerosas leyendas
Francisca Villalba, protectora de Barrio Obrero; la chica de blanco en la Recoleta; la joven del Mangrullo e incluso la mismísima figura de la muerte forman parte de las numerosas historias de fantasmas de nuestro país. Muchas de estas ánimas son consideradas “abogadas” o “intercesoras” de los ciudadanos, quienes aseguran las sintieron cerca en momentos donde corrían peligro.
Y vos, ¿tuviste alguna experiencia similar?