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El jueves último, el gobierno de Peña (ANR-HC) “pasó a la historia” de la diplomacia paraguaya por ser el primer mandatario que pide “oficialmente” adelantar la salida del país de un embajador de EE.UU., en este caso de Marc Ostfield, quien está concluyendo su misión.
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Peña, a través de su canciller Rubén Ramírez Lezcano acusó a Ostfield de haber “politizado” y “mediatizado” las sanciones financieras contra Tabacalera del Este SA (Tabesa) y contra el actual jefe del Partido Colorado, Horacio Cartes, declarado como “significativamente corrupto” por el Gobierno de EE.UU.
Spaini vs Ayalde
En marzo de 2010 el entonces ministro de Defensa Luis Bareiro Spaini remitió una nota poco diplomática a la embajadora de EE.UU., Liliana Ayalde. Entonces, desafiando al Congreso, el presidente Fernando Lugo (Alianza Patriótica) lo mantuvo en el cargo hasta agosto cuando la Cámara de Diputados impulsó un juicio político contra el funcionario.
Wasmosy y Glassman
En noviembre de 1993 el presidente Juan Carlos Wasmosy (ANR) hizo un desaire al embajador de EE.UU., Jon Glassman, por haber criticado el desmantelamiento de la lucha antidrogas. “El que ordena los cambios soy yo, no Glassman”, contestó Wasmosy, quien luego boicoteó la venida de tropas de EE.UU. para acciones solidarias. Irónicamente, Wasmosy siempre buscó refugio en la Embajada cuando temía golpes militares.
“Bombas coloradas”
En febrero de 1987, durante la última dictadura en el país, de Alfredo Stroessner, este mandó tirar gases lacrimógenos sobre la fiesta en una residencia particular que se hacía en honor al embajador de EE.UU., Clyde Taylor, quien apoyaba activamente a sectores demócratas y medios de prensa clausurados, como el diario ABC Color. El diplomático debió ser rescatado por los marines. Presentado el reclamo oficial contra el gobierno, el ministro del Interior, Sabino Augusto Montanaro, dijo que tenía listas las “bombas coloradas” para defender al régimen.
Echado “a patadas”
Un caso pintoresco ocurrió en 1942 cuando el dictador Higinio Morínigo logró discretamente que el presidente de EE.UU., Franklin D. Roosevelt, cambie a su embajador Findley B. Howard por Wesley Frost.
Morínigo acusaba a Howard de haber conspirado con los liberales y de tener varios “vicios”.
Posteriormente, el dictador se jactaba de haberlo “echado a patadas” y declarado “persona no grata”, ya que el diplomático se negaba a irse del país al término de su misión.