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Kattya González habló hoy en la Cámara de Senadores minutos antes de que se decidiera su pérdida de investidura.
Escuchá su alocución completa aquí:
Leé la transcripción completa del discurso de Kattya González aquí:
“Entrevista a Juan Carlos Galaverna por Germán Martínez Vierci.
- Galaverna: Esta gente es capaz de cualquier cosa.
- Germán: ¿De qué por ejemplo?
- Galaverna: Del crimen político.
- Germán: Esperá, esperá. Es muy grave lo que decís.
- Galaverna: Tengo plena conciencia. Y lo reflexioné durante varios días: en el equipo de Horacio Cartes hay gente que ya ha participado de asesinato político.
No voy a seguir el libreto de esta momia maquiavélica, de este saltimbanqui que representa al príncipe narco y sus aliados. Pretenden dejarme en una agonía cívica en lugar de una muerte física.
No voy a referirme a supuestos argumentos de los cuales no he podido defenderme porque me han negado el derecho constitucional a ejercer mi legítima defensa en juicio. No voy a referirme a argumentos inventados, a falsedades que pretenden convertir en válida una pérdida de investidura. No voy a referirme a eso porque hay cosas más importantes que reflexionar en este momento que nos convoca en este lugar: El país que queremos, el país que nos jugamos.
Permítanme arrancar dándole tranquilidad a quienes expresaron su preocupación porque me notan demacrada y golpeada. Les agradezco de corazón, pero lo que menos importa en estos momentos es cómo me encuentro yo. Nuestra preocupación debe centrarse en lo demacrada y golpeada que está nuestra república. Lo demacrada y golpeada que está nuestra democracia. Todo ello debido a una mayoría coyuntural funcional al crimen organizado que decidió que se debe eliminar una voz disidente y todo tipo de control al poder. Se trata de un plan sistemático que terminará con la eliminación de todo aquel que ose desafiar la línea mafiosa del cartismo. La preocupación, estimados ciudadanos, debe centrarse en el desprecio absoluto hacia la voluntad popular y la institucionalidad republicana que demuestran unos cuantos timoratos funcionales a la agenda que gracias a la complacencia del señor Santiago Peña ha consolidado el crimen organizado en el Paraguay.
Este no es un juicio en el que se expulsa a alguien del Congreso. Es el Congreso el que capitula. Se aleja del pueblo al que dice representar. Este es un acto de infinita cobardía porque encierra y muestra impúdicamente la renuncia moral de un Congreso que ya no tiene relación alguna con la gente, que ha perdido todo contacto con la ciudadanía. Así que no vengo a someterme a la justicia de ustedes.
Es al revés. Vengo a decirles que son ustedes los que en este momento están siendo sometidos al juicio del pueblo. Junto con un puñado de colegas que aprecio y respeto profundamente soy aquí apenas una voz, una conciencia más, una presencia más de ese pueblo que ustedes olvidan, desprecian y pisotean todos los días, día a día con sus privilegios, sus arbitrariedades y su traición al compromiso de defender la democracia que juraron cumplir. La realidad y los hechos facilitan la tarea de evidenciar qué es lo que verdaderamente está en juego: el país que queremos, el país que nos jugamos.
Hoy más que nunca, más que nunca queridos conciudadanos, es el momento de preguntarnos qué modelo de país desea la gente de bien. Esa interrogante encuentra en los hechos, en la realidad, dos respuestas bien claras que definen a las dos posiciones aquí representadas. Por eso, antes de ingresar a profundidad quisiera darle las gracias, gracias a los colegas opositores, gracias de corazón, porque hoy jugaron un partido difícil. Gracias colegas del Bloque Colorado, del Partido Colorado Democrático por jugarse por la institucionalidad y la república. Independientemente a los afectos o desafectos individuales, ustedes colegas entendieron qué partido se está jugando aquí y les agradezco de corazón.
¿Queremos un país delineado y perfilado por Erico Galeano, Juan Carlos Osorio, Cale Galaverna, Ulises Quintana, por referir solamente a algunos parlamentarios o exparlamentarios vinculados claramente al narcotráfico y que condenan a nuestros jóvenes a la marginalidad? Por el contrario, ¿queremos un país donde predominen valores republicanos de quienes como el fiscal Pecci dieron todo, dieron todo para que el Paraguay no se convierta en el narcoestado que es hoy? ¿Queremos un país perfilado a imagen y semejanza de corruptos declarados como el clan González Daher u otros clanes conocidos del este del país? O por el contrario, ¿queremos un país donde las voces disidentes puedan ejercitar sin cortapisas el rol de contralores querido por la constitución nacional para que impere la transparencia en las instituciones republicanas? ¿Queremos un país manejado por inescrupulosos como Hernán Rivas que toman atajos despreciables y se burlan del esfuerzo genuino de aquellos que intentan con sangre, sudor y lágrimas salir adelante? ¿O queremos un país donde se reconozca la valía de quienes coherentemente y sin torcer las leyes intentan destacarse con honestidad, con sacrificio, con esmero? ¿Queremos un país donde la claque política siga repartiendo al Estado como un botín de guerra y siga ubicando impúdicamente a sus hijitos, parientes y amantes con sueldos multimillonarios negados a médicos, negados a enfermeras, negados a docentes, negados a trabajadores, negados a artistas? ¿O queremos un país donde los millones de jóvenes desempleados y abandonados por el Estado tengan la posibilidad de desarrollar una vida digna mediante el trabajo decente?
El burdo montaje mediante el cual hoy un grupo de agentes del crimen organizado desconocerá no solamente los más de 100.000 votos que legitiman esta banca, compañeros. Esta banca. Sino además van a despreciar los miles de votos más que decidieron que resulta fundamental contar con voces disidentes y agentes contralores. Contralores. Grafica muy bien de qué lado se acuesta cada uno de los parlamentarios aquí presentes. Aquí se huele miedo, señores. Aquí, el lugar que se supone que es por excelencia el espacio de debate y de libertad sobrevuela el hedor del miedo. Aquí, el lugar que se supone que es por excelencia el espacio de debate y de libertad, sobrevuela, el hedor del miedo.
Se percibe la pestilencia de los que se arrastran con indignidad, por codicia, por cobardía. Se percibe el miedo de los sometidos, de los que obedecen sin chistar, aún en medio de humillaciones. Veo miedo en muchas miradas. Pero aquí, en este Congreso, reina por encima de todo un miedo mucho más grande, que ya no es sólo el de los que claudicaron y los que se vendieron. Es otro el miedo, el que los une y les impulsa a este acto grotesco y patético. El peor de los miedos que pueden ustedes tener. El que les moviliza y nos coloca hoy frente a frente. Es el miedo que este gobierno le tiene al pueblo paraguayo. El miedo a que la paciencia se acabe ante la sucesión de escandalosas traiciones a la confianza de la gente. Bofetadas a la gente común, una tras otra, sin un ápice de vergüenza. Porque ya han perdido todos los límites, todo el respeto, todo principio. Y yo les digo, tengan miedo, señores.
Tengan miedo. ¡Tengan miedo! Porque cada día la gente tiene más claro quién es quién en esta farsa, que le roba una y otra vez la esperanza al pueblo paraguayo.
Tengan miedo de la gente que cada día pasa humillaciones, privaciones, desaliento y miseria, mientras desvergonzadamente una gavilla despliega y ostenta a través de sus privilegios de sus planilleros de lujo, de sus parientes colgados del dinero público, de sus congresistas narcodelincuentes. Protegidos por un pacto de complicidades, sus analfabetos diplomados y sus repulsivos e impotentes matones alquilados con corbata.
No culpo a quienes están alineados al crimen organizado, por la sencilla razón de que tienen miedo. Miedo a perder los favores del patrón. Miedo a ejercitar la dignidad. Miedo a enfrentar el poder de turno. Miedo a mirar a la ciudadanía crítica a los ojos. Miedo a rendir cuentas. Miedo a ser controlados. Miedo a la democracia. Miedo a la reacción de la sociedad civil. Miedo a quedar fuera de las repartijas de parcelitas de poder.
No los culpo, pero sí los responsabilizo. Los responsabilizo. Cargarán con la responsabilidad histórica de ser quienes terminaron por acomodar las piezas que el crimen organizado necesitaba para consolidar sus planes. Cargarán, colegas, con la responsabilidad de ser quienes permitieron que se concrete una vez más el plan de los narcopolíticos que campean a sus anchas, como lo evidenciaron las sonrisas burlonas de varios de los que aquí están presentes. Estimados conciudadanos, Paraguay está en riesgo. La República está en jaque.
No por la salida de Kattya González, pues hay muchísima gente digna y decente, y hoy lo demostraron, colegas, que seguirá resistiendo aquí en el Parlamento y también desde la calle. Paraguay está en riesgo porque han triunfado aquellos que, valiéndose del descarado consejo del Príncipe Narco, su patrón, consolidaron sus fines hegemónicos y consolidaron el poder desmedido que concentran dentro y fuera de la política. Han triunfado aprovechándose del miedo servil de un grupo de lacayos indignos que hoy se cargan una voz disidente que representa a más de 100.000 compatriotas al tiempo que acechan a los parlamentarios genuinamente opositores que también están respaldados por miles de votos.
Cuando en el Paraguay se vuelva a apresar opositores, se asesinan candidatos y periodistas, se tomen por asalto las empresas, los canales de televisión o se expropien propiedades de manera extorsiva por el capricho de un grupo, tal como se da hoy en Venezuela o Ecuador; vale la pena recordar, su plan empezó apagando voces disidentes. ¿Podrán entonces los responsables de este golpe cívico mirar a sus hijos a la cara? ¿Podrán ustedes Beto Ovelar, Bachi Núñez, Antonio Barrios, Derlis Maidana y el resto de los parlamentarios serviles y viles? ¿Podrán mirar a sus hijos a la cara y explicarles que nuestro Paraguay tocó fondo porque ustedes se prestaron a un capricho del patrón?
¿Podrá Santiago Peña, responsable político principal de lo que se viene, explicarle a sus hijos o a su esposa su falta de carácter, su fascinación por el cargo y su servilismo y decirles que acabaron con la frágil institucionalidad construida en los 35 años de incipiente democracia que hoy empieza a interrumpirse nuevamente?
Quienes luchamos cada día para tratar de perfilar el país de una manera abierta, plural, inclusiva, crítica y transparente. Quienes entendemos que el rol del Estado debe traducirse en oportunidades para los jóvenes, cuidado para los mayores, protección al inversor y a la empresa, dignidad para los trabajadores, respeto a la carrera pública y quienes defendemos la idea de que la República no puede nunca, nunca, nunca reducirse al feudo de fortunas espurias acumulados por personeros significativamente corruptos estamos convencidos de que la ciudadanía más temprano que tarde sabrá atribuir responsabilidades y culpas y obrará en consecuencia. A la ciudadanía decente que está monitoreando el golpe dado hoy por la mafia y a los colegas que actúan con dignidad, les pido hoy en mi última intervención en este lugar que vienen por todo y tienen un plan.
Hoy el país, el país de nuestros hijos, nuestro país, el Paraguay, está siendo copado, moldeado, perfilado a imagen y semejanza de Darío Messer y sus amigos, de Diego Marcet y sus secuaces, de Erico Galeano y sus cómplices, de González Daher, de Hernán Rivas, de los ladrones de galletas, de los Trato Apuá, de los propietarios de Remancito, de los que emplean espuriamente a sus hijitos en el Estado, privando a los millones de jóvenes valientes y sacrificados de un futuro, de los que montan negociados para que los nepobabies le den continuidad al saqueo por muchos años más de los que resignaron su dignidad por la mesada que reciben del patrón, de los que permiten que el EPP, que el PCC y demás agentes del crimen organizado nos tengan sometidos.
Ese es el país que quieren los que hoy apañan este golpe a la democracia. Tal vez este gobierno haya tenido o tenga la ridícula ilusión de que este juicio podría verse como una demostración de fuerza. No, señores. Este juicio es una inmensa demostración de debilidad y de miedo. Y quienes lo impulsan son apenas esbirros, fantoches, sin poder propio, sometidos y arrastrados bajo las suelas del patrón.
No olvidemos, no olvidemos una verdad. Y esa verdad de hierro debe ser dicha aquí, con voz fuerte y clara, que este es un gobierno al que solamente le votó el 26% del electorado. El 74% del electorado no les votó a ustedes. Repito, el 74% del electorado paraguayo no les votó a ustedes. No lo olviden porque la gente empieza a recordarlo. No olvidemos que quienes gobiernan a todos los paraguayos son apenas una minoría traspasada por la corrupción, traspasada por la indiferencia, la incapacidad ante el sufrimiento de la gente. Una minoría desfachatada que cabalga sobre el saqueo, la impunidad, la mentira y el engaño.
Tengan miedo, señores, porque la gente empieza a darse cuenta que son una minoría cobarde en una etapa de descomposición terminal, dando manotazos desesperados para gobernar por el atropello y la prepotencia, lo que no pueden conquistar con el apoyo popular. Sigamos resistiendo, sigamos combatiendo, pues este no es el país que quiere la gente de bien, la gente decente, la gente trabajadora, la gente que desea vivir en un país libre, tolerante, inclusivo y digno. Sigamos honrando el testimonio de lucha de quienes, como nosotros hoy, brindaron su sacrificio para que en el cielo del Paraguay fulgure la esperanza, la concordia, la solidaridad y la libertad, hoy cegadas por las penumbras del autoritarismo y el apetito de poder de corruptos significativos.
Hoy empieza un nuevo momento. Hoy empieza un nuevo momento. Más de cien mil votos se van hoy de aquí. Tengan miedo, señores, porque la gente ya no les teme. Nosotros sí podemos hablar y no nos vamos a callar. ¡Que viva el Paraguay! ¡Que viva el Paraguay sin miedo! Muchas gracias”.