Vos te quejás del 5.000 de tu recreo, pero hay niños que sobreviven con menos

Cuando salimos de casa, nos quejamos del calor y las lluvias, mientras hay niños que viven en las calles y sufren todos los días. A los padres de estos chicos parece no importarles el futuro de sus hijos y los gobernantes hacen caso omiso a la pobreza.

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Los niños en situación de pobreza extrema sufren hambre y sed, pasando prácticamente toda su vida en la calle. Muchos trabajan de limpiavidrios, otros piden moneditas y algunos venden caramelos. No importa si hace un calor intenso o si el frío te congela la nariz, ellos deben juntar dinero para comer.

En la mayoría de los casos, la plata va a parar en las manos del papá y la mamá, que luego, lamentablemente, lo usan para su caña o cigarrillo, en lugar de comprar ropa o alimentos. Muchos niños se levantan todos los días para hacer la misma actividad; debe ser muy frustrante conseguir algo con esfuerzo y no poder disfrutarlo.

Según un estudio sobre pobreza realizado en el 2017, casi dos millones de paraguayos son afectados y la pobreza extrema abarca a unas 400.000 personas. Si pocos casos de carencias se presentaban en nuestro país sería un problema menor, pero, lastimosamente, la realidad es otra.

No se hacen esperar el sudor, el cansancio, la tristeza y, por sobre todo, las ganas de comer; los chicos tienen demasiada hambre pero no pueden saciarla. A raíz de esa situación, entra en escena la cola de zapatero y la condición de vida va empeorando; todos los días vemos a niños y jóvenes inhalando sustancias dañinas en las calles.

Los padres tienen muchos hijos, para que los chicos les ayuden a conseguir dinero de una manera rápida, sin pensar que deben ser mantenidos y cuidados por sus progenitores hasta cumplir la mayoría de edad. Lógicamente, los niños, por estar tanto tiempo a la intemperie, contraen enfermedades; los recursos para asistir al hospital son nulos, pues los encargados no se preocupan y esperan que sus hijos se curen por arte de magia.

A medida que van creciendo, los menores toman el ejemplo de sus progenitores; además de la cola de zapatero, agregan vicios como el cigarrillo y el alcohol. Cuando ya son adultos, tratan a sus hijos de la misma manera que ellos fueron criados. La vida se convierte en un círculo que se repite una y otra vez, sin progreso ni bienestar.

Mientras por los bolsillos de los gobernantes pasan miles de dólares, muchos habitantes del país sufren todos los días por no tener que comer y los niños son los más afectados.

Existen casas de refugio para los chicos que sufren falta de recursos, que viven en las calles, pero en la mayoría de los casos, son los mismos padres los que no permiten que sus hijos sean cuidados; entonces, ¿cómo podemos erradicar la pobreza y el sufrimiento de nuestros pequeños compatriotas?

Diego Benítez (18 años)

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