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Ingresar a la UNA genera una mezcla de emociones. Por un lado, la felicidad y el orgullo, mientras que, por otro, el miedo, ya que los ingresantes deben pasar por una última prueba: el bautismo. Cortes de pelo, ingesta de alcohol o alimentos para animales, yincanas yazotes se convierten en el trago amargo para los “bichos”.
El fin de la ceremonia salvaje de “bienvenida” a los ingresantes de la Universidad Nacional de Asunción es la buena nueva. El bautismo universitario quedará solo como un mal recuerdo, según la resolución del Consejo Superior Universitario.
Anteriormente, este tipo de fiestas ya se había prohibido en el 2013 mediante la resolución del Consejo Superior Universitario a raíz de lo ocurrido en Itapúa y en el 2011 por la ordenanza de la Municipalidad de Asunción emitida a consecuencia de lo sucedido en la Facultad de Medicina.
Esta vez, la nueva disposición impide cualquier acto que “menoscabe la dignidad, la integridad física o psíquica y la seguridad de las personas” en el predio de la universidad y sus dependencias. Así que, a partir de ahora, los cursillistas junto con los “dioses” y alumnos de esta casa de estudios deben decir 'goodbye' al cruel bautismo.
En ocasiones, los rituales de bienvenida no suelen llevarse a cabo en las distintas facultades de la Nacional. Patios baldíos y calles aledañas al lugar suelen convertirse en el escenario de esta fiesta que para algunos resulta divertida mientras que para los ingresantes la situación se vuelve tormentosa, ya que deben despedirse de su cabellera y ropas, además de tomar o comer lo que los “dioses” les obligan a hacerlo.
Muchas personas están a favor de esta prohibición, ya que los alumnos de esta universidad no deberían hacer un acto de bienvenida tan violento y despiadado. Una fiesta no debe propiciar que un joven, luego de meses de mucho sacrificio, termine inconsciente en una sala de hospital a causa de un coma alcohólico.
Fueron varios los episodios en los que los “bichos” terminaron en centros de salud por intoxicación luego de que la celebración se saliera de control. Muchos jóvenes, en diferentes oportunidades, denunciaron que fueron obligados a someterse a episodios humillantes y salvajes dentro del ritual de bienvenida.
La defensa de los “dioses” ante esta situación es conocida; ellos afirman que estar en el bautismo no es obligatorio y los bichos, bajo su aprobación, acceden a estas fiestas. Pero la realidad es que, una vez que los estudiantes antiguos saben quiénes son los ingresantes, comienzan a rodearlos para darles la bienvenida.
Los cursillistas ya dejarán atrás el temor de que les corten el pelo, marquen la espalda por los cintarazos y bañen en aceite. Eso sí, si la normativa se respeta a cabalidad y no queda escrita con letra muerta en un simple papel.
Por Rocío Ríos (18 años)