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Cada vez que tenés una exposición, te comienza a doler la panza, tu corazón palpita a mil por hora y parece que todo lo que practicaste la noche anterior lo olvidaste completamente. ¿Quién no se ha sentido así antes de una presentación frente a sus compañeros? Definitivamente, pensar en los minutos que vas a estar delante de un público, a cualquiera le pone los pelos de punta.
Para que des una excelente exposición, resulta infalible que domines tu tema y que no peques de tonto al presentarte con una ayuda memoria que tenga, más o menos, tres hojas, ¡no! Lo único que conseguirás con eso es que dependas el 100% de los apuntes. Asimismo, si querés utilizar el power point, usalo pero no pongas allí todo lo que vas a decir, solamente debés incluir los títulos para que luego vos vayas desarrollándolos.
Muchas veces, uno cae en el error de memorizar el tema que va a explicar; sin embargo, eso resta naturalidad a la hora de la presentación, pues, repetís cada oración como un robot. Esto hace que la exposición sea monótona y aburrida.
El cuerpo delata cuando uno se encuentra muy nervioso; comenzás a sudar, tartamudeás, tenés mucha sed y tu cara se pone más roja que un tomate. Cuando tengas que pasar al frente para exponer, nunca demuestres a tu público que estás a punto de hacerte en los pantalones; todo lo contrario, respirá profundo, mostrá que te encontrás seguro y disfrutá de los minutos de tu presentación.
Tener una exposición en el curso sin que te desmayes por los nervios es más fácil de lo que te imaginás, pues solo debés dar a conocer el tema que investigaste. Entonces, cuando sea tu turno de pasar al frente, mentalizate que todo va a salir bien, pues quién más que vos conoce el tema que vas a desarrollar.
Por último, no olvides que lo más importante es comprender lo que vas a enseñar a tu público. Si fijás este objetivo y te esmerás, ¿por qué no habría de resultarte bien tu exposición?
Por Dahiana Galeano (19 años)