“Un mundo feliz” pero sin libertad, una historia ficticia parecida a la realidad

Año 2070: Leer libros es un delito y sentir afecto hacia alguien está mal visto. La humanidad vive “feliz” sin guerras ni hambre, pero el costo de esta paz es la eliminación de la libertad, el arte y el amor. ¿Podrías soportar vivir en un mundo así?

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“Un mundo feliz” es la novela del escritor Aldous Huxley que trata de un futuro en el que la humanidad es plenamente dichosa, pues no existen la guerra ni el hambre. Además, con el soma, una droga de consumo obligatorio entre las personas de esta sociedad ficticia, el aburrimiento y la tristeza han desaparecido.

Como todo en la vida tiene un costo, la felicidad de los habitantes de este mundo imaginario, también tuvo un precio. Para evitar que las personas posean criterios propios y, así, prevenir conflictos entre los miembros de la sociedad, fueron prohibidos la filosofía, la literatura, la ciencia, el arte y el amor.

Aunque estos relatos muestran situaciones que parecen distintas a las que vivimos en el presente, numerosas coincidencias nos hacen pensar en que, tal vez, el peculiar mundo ficticio de esta novela no es del todo diferente a la realidad actual.

Dentro del “mundo feliz”, la monogamia y el desarrollo de lazos afectivos duraderos constituyen grandes tabúes. Las familias no existen, pues los bebés son producidos genéticamente en laboratorios y sentir amor hacia el otro esta mal visto por la sociedad.

Los habitantes de este mundo ficticio están divididos en castas y cada grupo posee una función específica en la sociedad. Para garantizar el buen cumplimiento de estos roles, mientras duermen, los niños pasan por un proceso de aprendizaje que, con frases emitidas por unos parlantes, introduce premisas morales a sus subconscientes.

Con estas clases nocturnas, a las que el autor llama “hipnopedias”, los soñolientos niños escuchan eslóganes que, a fuerza de repetición, se vuelven verdades absolutas. Las frases de este método educativo enseñan a los infantes a conformarse con la función que la sociedad les otorgó al nacer y los convierte en adultos consumistas y amantes de la compras.

Hoy, tal como lo predijo el autor, los amigos y las parejas se usan una vez y luego se desechan, pues tratamos a las personas como objetos. Tal vez, durante el sueño no recibimos “hipnopedias”, pero al prender la televisión y navegar por Internet somos bombardeados con publicidades que nos incitan a adquirir productos que no necesitamos.

Así como estos parlantes que citan premisas durante las clases nocturnas, algunos se dedican a reproducir noticias falsas que encuentran en Internet, sin siquiera chequear su veracidad. Además, las redes sociales que evitan el aburrimiento y distraen a la gente de sus problemas, al igual que el “soma”, generan adicción.

Puede que aún no hayan sido prohibidos los libros de literatura y filosofía; sin embargo, estos escritos se llenan de polvo en las bibliotecas, pues, en lugar de leer, todos prefieren ver series de Netflix o chatear con el celular. Si las cosas siguen como están, ¿cuánto tiempo falta para que este “mundo feliz huxliano”, sin libertad ni amor, sea una realidad?

Por Agustina Vallena (19 años)

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