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En la actualidad, la playa de Encarnación es el lugar favorito de muchos compatriotas y extranjeros que buscan vacacionar y alejarse un poco de la agobiante rutina. La Perla del Sur ha crecido paulatinamente en los últimos años y se ha convertido en punto obligatorio para todo aquel que quiera disfrutar de sol, agua y arena, sin la necesidad de salir del territorio patrio.
Remodelación de lugares históricos, hermoseamiento de las playas y de la avenida Costanera y el tradicional carnaval encarnaceno son algunas de las atracciones que convierten a la capital del departamento de Itapúa en un punto obligatorio de la ruta turística de nuestro país. A esto se le suma el recientemente inaugurado tobogán inflable gigante de más de 20 metros de altura.
El pasado fin de semana, debido a los fuertes vientos que azotaban la ciudad, el tobogán colapsó y dejó varios heridos, dos de ellos en estado delicado. El novio de Liana Pizzurno, una de las víctimas, dijo que los responsables del atractivo “apagaron el motor con gente arriba” y que no sabe cómo pudieron habilitar el juego siendo que se se venía el temporal.
En las redes sociales, muchos internautas cuestionaron las declaraciones del joven, puesto que él, sabiendo que se venía una tormenta, no impidió que su novia se lance del tobogán. Asimismo, algunos testigos negaron la versión de que el juego se haya desinflado con personas arriba, argumentando que el potente viento tuvo la fuerza necesaria para mover la estructura de más de 20 metros de altura.
Entonces, ¿de quién es la culpa? Tanto los encargados del juego como las personas que estaban arriba al momento del accidente son responsables. Con un viento potente y alerta de tormentas, ¿a quién se le ocurre subir a un tobogán gigante? Además, los propietarios del atractivo juego no previeron esta situación que concluyó con personas heridas de gravedad.
Si vos sabés que se viene una tormenta y que un juego ya causó heridos en ocasiones anteriores, ¿por qué no disfrutar del tobogán otro día y evitar una tragedia? Es fácil tirar la responsabilidad a los encargados y no hacer mea culpa por lo sucedido. Debemos aprender a pensar dos veces antes de actuar; así, la próxima vez, uno puede evitar altercados como este y, de paso, no poner en riesgo su vida.
Por Brian Cáceres Verón (18 años)