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Desde hace años se sabe que la penitenciaría de Tacumbú está abarrotada, en el lugar ya no cabe ni un alfiler. En este presidio, los reclusos, que cumplen sus condenas, viven en carne propia el mismísimo infierno, ya que duermen en los pasillos y deben delinquir para conseguir los elementos básicos que no se les brindan.
La tarde del pasado domingo, en el penal de Tacumbú se registró un principio de incendio en las oficinas administrativas a causa de un cortocircuito, lo que generó el fuego y la humareda. Esta vez, las llamas no dejaron víctimas fatales.
Sin embargo, este no es el único caso en lo que va del año, por eso es sumamente alarmante. El pasado 10 de junio, cinco internos y un jefe de seguridad del penal perdieron la vida en un incendio de gran magnitud, registrado en los pabellones de la tercera edad y el exsótano. Nuevamente, una falla en el sistema eléctrico fue la causante de esta tragedia.
Después de aquel incendio, salió a la luz una gravísima irregularidadad: la Municipalidad de Asunción no cuenta con los planos de la penitenciaría, lo cual es una violación grave de las normas de seguridad que establece la Comuna. Esta irresponsabilidad deja en evidencia el total abandono de los reclusos. No por el solo hecho de que alguna vez esas personas fueron delincuentes deben vivir en condiciones infrahumanas; todo lo contrario, la institución tiene que proveer lo necesario a esos presidiarios, para que al salir del penal progresen y no vuelvan a caer en el mismo error: delinquir.
Tacumbú es la principal penitenciaría del país y solo tiene una capacidad máxima para unos 1.500 reclusos; sin embargo, en el penal están encerradas aproximadamente unas 4.000 personas. Al ver esta gran diferencia, uno se pregunta: ¿Cómo es que tantas personas pueden estar en un lugar saturado? Evidentemente, en estas condiciones, uno no vive, sobrevive.
El pasado jueves, el Ejecutivo declaró la infraestructura física de las penitenciarías de todo el país en estado de emergencia. Esto se produjo días antes de que se cumpliera un mes de aquel incendio que se cobró la vida de seis personas. ¿Hacía falta esperar que ocurra esta tragedia para que los organimos se pongan de acuerdo y actúen? En nuestro país, es típico que primero ocurra una desgracia para luego buscar las posibles soluciones; probablemente, si el penal de Tacumbú hubiera tenido las instalaciones eléctricas en buenas condiciones, ese incendio trágico podía ser evitado.
Es una pena saber que el hacinamiento que existe hoy en las cárceles es producto de un sistema de justicia deficiente. Muchas personas procesadas, en todo el país, no saben siquiera por cuánto tiempo estarán presas; de los 13.071 reclusos privados de su libertad, solo 2.723 tienen condena.
Definitivamente, la situación de los reclusos y las falencias de las cárceles son todavía tareas pendientes del Estado y de la justicia paraguaya que deben ser atendidas cuanto antes, para que los reos progresen y cambien sus vidas. Las soluciones que se puedan dar a esta problemática deben ir más allá del arreglo de unas pocas rejas.
Por Dahiana Galeano (19 años)