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Una de las decisiones más difíciles de tomar es elegir qué carrera universitaria corresponde a tu vocación; si el arte, el cálculo, la informática o la historia encajan contigo. Sin embargo, cuando ya sabés qué profesión es la adecuada con lo que te gusta hacer, llegan las personas e intentan bajarte el ánimo con expresiones como “qué haso” o con una risa soberbia dicen: “¿vos piko te querés morir de hambre con esa carrera?”.
Para los jóvenes que se internan en las aulas, haciendo cursillo de ingreso para la facu, seguro les resulta cansador escuchar opiniones desmeritantes hacia sus carreras, porque madrugar todos los días para lograr, por lo menos, un 80% en el examen no se consigue fácilmente. Cualquier profesión que uno elige en la universidad no tiene por qué recibir malas vibras, ya que el estudio viene muy bien a todos.
En el caso de que el arte en diseño gráfico sea tu fuerte y hayas optado por el mismo, es casi normal que te tilden como una persona vaga que no quiere hacer nada y que elige el camino fácil. Una vez más, no hay zapato que le calce a la gente, porque si no sos de la Universidad Nacional de Asunción, tu título y las notas te regalan en una facu privada.
La gente es muy ingeniosa a la hora de calificar con apodos a las carreras universitarias, como, por ejemplo, si estudiás filosofía ya sos “Bob Marley” o en el caso de que la química médica sea tu pasión te tachan de un “nerd aburrido”. Ah, ojo si querés estudiar abogacía, preparate para escuchar críticas porque, según algunos, cualquiera se recibe de abogado.
¿Qué tan difícil puede ser comprender que detrás de un diseñador, un médico o psicólogo existe un camino lleno de horas de estudio y estrés? No hagas caso al inadaptado que viene y te dice “macanada lo que te gusta; para qué seguís eso”.
El momento en el que las malas críticas de las personas paguen tu carrera, tu cursillo, tus pasajes y tus libros es cuando, tal vez, deba importarte. Es gratis opinar para bien o para mal, pero nadie más que vos sabe lo duro y sacrificado que puede ser la formación académica que elegiste. De modo que, a palabras necias, oídos sordos.
Por Ezequiel Alegre (17 años)