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Te olvidás el móvil en la casa y, automáticamente, perdés la noción del tiempo; no sabés qué hora es, cuántos grados de calor hace y tenés ganas de saber cuál es la última publicación que tu amiga alzó en las redes. El celular se ha convertido en una necesidad básica para los jóvenes que habitan en comunidades virtuales.
Múltiples usos se le pueden dar al teléfono portátil, que ya no sólo sirve para llamar y enviar mensajes de texto, sino que ahora puede hasta calcular tu presión arterial. Cuando eras pequeño, tus papás solían enviarte a tu habitación para que reflexiones sobre tus malos actos y te comportes mejor la próxima vez. Hoy en día, los papis solo deben confiscar el smartphone para que los hijos decidan no violar las reglas.
No obstante, si un joven pasa mucho tiempo sin su celular puede empezar a presentar ciertos comportamientos extraños, como nerviosismo extremo, ansiedad, depresión y, en casos extremos, pensamientos suicidas.
Según profesionales, el teléfono puede llegar a crear una adicción similar a las drogas o el alcohol. De acuerdo con un estudio de la Universidad Católica Daegu, en Corea del Sur, los jóvenes que usan su móvil durante mucho tiempo presentan un comportamiento parecido al de un adicto, como depresión, ansiedad, aislamiento, agresión y dificultad para concentrarse.
Algunas características de un joven “adicto” son la necesidad de conectarse constantemente a las redes sociales, la sensación de que el teléfono está vibrando y el no poder mantenerse sin el celular por un largo tiempo.
Algunas medidas que se pueden tomar para ir disminuyendo esa “adicción” pueden ser: dormir con el celular apagado, planificar salidas con amigos, leer libros, practicar algún deporte o pasar más tiempo conversando con los familiares.
El celular y las redes sociales abarcan muchos aspectos de la vida; capturar momentos con fotografías y postearlos en Facebook para que todos lo admiren se posicionó en el puesto uno de nuestras prioridades. Sin embargo, no olviden que es más importante disfrutar de la vida de la que tanto presumimos en las redes sociales.
Por Divina Alarcón (18 años)