Si “cada pueblo tiene los gobernantes que merece”, ¿en qué nos equivocamos?

Nos quejamos de la falta de buenos gobernantes, pero olvidamos el hecho de que nada ocurre por casualidad en esta vida. Deberíamos analizar la sociedad que es la que engendra a sus representantes y preguntarnos: ¿En dónde metimos la pata?

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Al ver los actos corruptos que cometen las autoridades, muchos se preguntarán: ¿Qué hicimos para merecer esta clase de gobernantes? ¿Por qué la historia paraguaya está marcada por personas que abusan del poder político a fin de satisfacer sus intereses particulares?

Lo único que podemos decir al respecto es que las personas que gobiernan este país no son extranjeros que simplemente vinieron a aterrizar por aquí y a ocupar la presidencia y los ministerios. Quienes llevan las riendas de nuestra nación pertenecen a esta tierra guaraní y, de alguna manera, nosotros consentimos que se convirtieran en diputados, senadores, gobernadores, ministros y presidente.

Durante las elecciones de las autoridades, existen tres grupos de personas: primero, los ciudadanos que eligen el menor de los males, es decir, al que posiblemente será menos corrupto; segundo, quienes votan al que les dio un cien mil'i, además de bebidas, asadito y mucha música durante el cierre de campaña; en este mismo apartado se encuentran los que deben optar por el candidato que les prometió un buen cargo en algún ente público; tercero y último, las personas indiferentes que no se molestan en analizar a ningún candidato porque “nada luego va a cambiar” y, por ello, a veces ni siquiera van a votar.

Los gobernantes son el reflejo de la sociedad en la que vivimos. Algunos se quejan de los agentes de tránsito que piden coima, pero prefieren pagar un monto menor que enfrentarse a la alta suma que exige una infracción. Muchos estudiantes se quejan de la falta de educación; sin embargo, no asisten a clases ni estudian para los exámenes, porque el copiatín es siempre la salvación.

Entre una persona que firma su asistencia en la universidad, pero no participa de las clases, y los planilleros del Estado que cobran un sueldo sin trabajar, ¿hay demasiada diferencia? Si una candidata a la presidencia del centro de estudiantes de Derecho UNA realiza una campaña regalando auto, viajes y bebidas alcohólicas a cambio de votos, no está tan lejos de parecerse a los politiqueros que hace años recurren a estas prácticas prebendarias a fin de ganar las elecciones.

La frase “cada pueblo tiene el gobierno que se merece” expresa una gran verdad, pues nosotros consentimos que las acciones que dan lugar a la injusticia y la corrupción se multipliquen.

Lastimosamente, cambiar esta realidad nos llevará años de educación en valores a fin de que los ciudadanos elijan a sus representantes con sentido crítico y no regalen sus votos a cambio de un banquete. Además, necesitamos formar a líderes que se ocupen de sus obligaciones públicas en lugar de estar tan pendientes de su beneficio particular.

No es fácil cambiar un sistema que se arrastra desde hace tantos años, pero la esperanza es lo último que se pierde, ¿verdad?

Por Viviana Cáceres (19 años)

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