Ser deportista sin que importe la billetera

¿Por qué los paraguayos casi no participamos en los Juegos Olímpicos? ¿Por qué practicar algo que no sea el fútbol es tan caro? Se debe al poco interés de nuestros gobernantes por incentivar la práctica de los deportes sin que importe la billetera.

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En nuestro país, casi siempre accede al deporte solo gente de clase medianamente adinerada que puede pagar un centro deportivo privado. Si sos una persona con escasos recursos económicos y querés ser como esos atletas que viste en alguna película, lo más probable es que tengas que olvidarte de esa idea, ya que, lastimosamente, las actividades deportivas y la igualdad social no se llevan muy bien en el Paraguay.

En EE.UU., los cazatalentos recorren los colegios para encontrar a las futuras estrellas del fútbol americano o de la NBA, con el fin de becarlas en universidades como Harvard o Yale. En nuestro país, muchas personas ni piensan en practicar alguna actividad física porque deben gastar su dinero en necesidades básicas y el Estado tampoco se preocupa mucho en impulsar políticas públicas que incentiven el deporte y en ofrecer gratuitamente estos servicios.

Aunque existen organismos estatales que se encargan de entrenar a los atletas, como la Secretaría Nacional de Deportes o la Escuela de Educación Física de las Fuerzas Armadas de la Nación, eso no quiere decir que para acceder a una de estas instituciones públicas no debas pagar absolutamente nada. En las FF.AA., por ejemplo, si querés practicar natación por una hora, debés abonar mensualmente G. 150.000 y si deseás prepararte de manera profesional, la suma sube a G. 300.000 por el mismo tiempo.

En alguna ciudad del interior seguro existe un tenista innato que nunca sabrá de su gran talento o en el Chaco tal vez vive la chica que pudo haber sido la nueva sucesora de Leryn Franco en los próximos Juegos Olímpicos; quién sabe, tendremos que vivir con la duda. De lo que sí estamos seguros es que, como muchas otras cosas, el deporte termina siendo un reflejo de la clase de sociedad que tenemos: una exclusiva y elitista, que cada vez ensancha más la desigualdad social entre los ricos y pobres.

Por Gonzalo Recalde (19 años)

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