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No sos el único que anda atemorizado por la falta de una buena estrategia de seguridad en nuestro país. Sabemos que los motochorros nos rodean babeantes por un cel o mochila; los políticos roban, sin vergüenza, millones y millones de guaraníes; policías implicados en corrupción y asaltos ,y además el EPP escondido entre los montes.
Caminás rumbo a tu casa, tranquilamente, pensando qué encontrarás para cenar; de la nada, escuchás un zumbido estrepitoso acercándose a vos: es un delincuente que, en unos segundos, te quita todo lo que llevás. Ese horrendo momento quedó grabado en tu mente para no olvidar jamás. Vas a la comisaría a denunciar; sin embargo, la promesa del uniformado de que va a capturar al ladrón se lleva el viento.
No debemos olvidar a los tres secuestrados por el autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo: Edelio Morínigo, con más de dos años y tres meses en cautiverio; Abrahán Fehr, quien lleva 444 días en manos del grupo guerrillero, y Félix Urbieta que fue capturado el 12 de octubre pasado.
En este país donde los que mandan tienen armas o mucho dinero, vos que sos un humilde trabajador debés aguantarte las irregularidades que suceden en el Gobierno, la comisaría y en las calles. ¿Habrá un lugar en donde podamos sentirnos sanos y salvos? En las zonas urbanas rondan los motochorros y en el campo el grupo guerrillero está a la pesca de a quién secuestrar.
Toda la ciudadanía se queja por la mala gestión de los uniformados ante los hechos delictivos que ocurren periódicamente. Llamás al 911 o a la comisaría cercana para pedir una patrullera y aparecen después de media hora en el lugar de los hechos. El rastrillaje contra el grupo de delincuentes en el monte no tiene ningún resultado positivo. Mejor sería que los policías vuelvan a ganar la confianza del pueblo.
¿Y qué pasa si hacemos justicia por manos propias? Si los policías no pueden solucionar la delincuencia, entonces ¿debemos hacerlo nosotros? Esperemos que aparezca algún superhéroe, al igual que en las películas, para que venga a meter a los delincuentes en las cárceles y a dar un poco de alivio al sufrido pueblo paraguayo.
Por José Peralta (18 años)