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Las consecuencias de un desagüe pluvial ineficiente o, en muchos casos, inexistente son muy graves y afectan grandemente a ciertas localidades del país. No solo sucede que los autos están expuestos a descomponerse, sino que las vidas humanas y también las de animales se ven en un constante peligro a causa de los raudales.
Esto constituye un tema muy mencionado luego de cada lluvia, pero lo cierto es que no vemos la gravedad real del asunto. La pérdida de una vida debería asustar a las autoridades y revela el riesgo inminente que se corre con cada temporal lluvioso.
El año pasado se perdieron más de cinco vidas por esta clase de cauce hídrico descontrolado, pero casi nadie habla de este problema. Tomamos estas situaciones como si sucediese un desastre natural inevitable, no como algo que sí se puede prevenir, con la habilitación y el buen funcionamiento de un desagüe pluvial.
Si hablamos de quiénes deben tomar las cartas en el asunto, sabemos que son las respectivas municipalidades, en conjunto con el Ministerio de Obras Públicas. Sin embargo, la esperanza de que los intendentes se muevan para la solución de este problema es mínima, pues la historia testifica que existen demasiadas promesas y pocas acciones.
A todo esto se le suma la carente conciencia de los ciudadanos, que tiran sus desechos al raudal como si fuera un sistema mágico de desaparición de residuos. En consecuencia, gran parte del poco sistema de alcantarillado que tenemos en el microcentro asunceno se ve constantemente afectado por la basura que llega; así, el sistema ya no sirve y se gasta mucho en las obras de rehabilitación del desagüe.
Ver en las noticias locales que un niño es arrastrado por raudal y encontrado en el río ya casi no sucede en países desarrollados; sin embargo, aquí la situación es cada vez peor. Los municipios no pueden excusarse sobre este tema, alegando que no hay fondos para construir el desagüe, pues si esto es así, ni siquiera existen carteles u otros métodos de concientización sobre el severo peligro.
Así como el raudal arrastra a niños, adultos, autos y más, nosotros arrastramos este problema desde añares y amerita una solución definitiva. Todavía estamos muy lejos de ver erradicada esta situación, pero cada intento de progreso, con respecto al tema, debe ser tomado en cuenta y promovido como si fuera un grito de auxilio para que, cuando llueva fuerte, no nos sintamos tan cercanos al peligro.
Por Eliseo Báez (16 años)