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Teóricamente, las cárceles deberían ser lugares donde las personas que atentaron contra nuestras leyes cumplan condenas severas. Sin embargo, para algunos de nuestros compatriotas más acaudalados, cualquier condena representa un descanso en una habitación de lujo.
El año pasado se hizo viral una fotografía del exsenador Óscar González Daher manteniendo una conversación telefónica durante su estadía en la Agrupación Especializada. Por lo tanto, no es difícil imaginar al mencionado político descansando tranquilamente en su celda, bajo la refrescante brisa de un acondicionador de aire, mirando su TV plasma, encantado de no aparecer ya tan seguido en los noticieros.
Mientras los reclusos "importantes" poseen más comodidades que muchas familias paraguayas, el sector común, a duras penas, consigue los elementos básicos para subsistir. Además, la superpoblación de penitenciarías, como Tacumbú y Emboscada, deja a los llamados “pasilleros” expuestos a la lluvia, al frío o al calor.
Cumplir la condena, regresar a la sociedad con una perspectiva distinta y con la posibilidad de reinsertarse al campo laboral conforman el utópico ideal de las penas carcelarias. Sin embargo, son varios los casos de expresidiarios que reinciden en sus actos delictivos una vez cumplida su pena, pues el tiempo entre las rejas es un estigma que hace imposible conseguir trabajo en algún lugar tras ser liberados.
Desde los privilegios que gozan los presos VIP hasta las condiciones insalubres en que se encuentran los comunes, las dos caras de nuestras cárceles reflejan una corrupción de la que, difícilmente, uno pueda salir rehabilitado. Por otra parte, ¿alguna vez recibiste una llamada de un desconocido que te informaba del “grave accidente” de un supuesto familiar, con el fin de sacarte dinero?
Las noticias de llamadas extorsivas incrementan, desde hace años, el miedo a atender el celular cuando llaman desde números desconocidos. Ante este permanente método de estafa, no hay más que algunas alertas esporádicas por parte de los policías. ¿No sería más fácil aumentar las restricciones y la seguridad de todos los artefactos que se ingresan a los centros penitenciarios?
Asimismo, es imposible olvidar que ni los mismos civiles se encuentran protegidos por las autoridades al entrar por los umbrales de una cárcel. A modo de ejemplo, se puede citar el caso de Marcelo Piloto, quien asesinó a su supuesta novia durante una visita. El hecho, definitivamente, sirve de ejemplo para que la ciudadanía se dé cuenta de que estar en un lugar repleto de guardias no es garantía de seguridad alguna.
Por Belén Cuevas (17 años)