Niños trabajadores en el Abasto, la explotación infantil a la vista de todos

Pelan el maíz, venden piñas, alzan bolsas, apilan cajones, hacen de todo unos 350 niños y adolescentes en el Mercado de Abasto, sea de día o de noche. Todo parece normal, los clientes los ven con indiferencia, pero la ley prohíbe la explotación infantil.

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El Mercado de Abasto es un espacio abarrotado de comercios, depósitos, basura e informalidad. En sus calles, es muy común observar a numerosos niños y adolescentes ofreciendo choclo, verduras o alguna que otra fruta, sin que importe el intenso calor, las temporadas de frío y, mucho menos, el encontrarse expuestos al peligro. Estos menores, en la mayoría de los casos, acompañan a sus padres a vender productos frutihortícolas o a realizar el desgranado del maíz.

Por otro lado, el trabajo desempeñado por estos niños y adolescentes no solo se reduce a las tareas mencionadas, pues varios de ellos se dedican a las tareas de carriteros o estibadores. Además, estas actividades no se realizan exclusivamente cuando el sol alumbra con puro esplendor, ya que las tareas en el Abasto no cesan y la gente continúa laburando durante toda la madrugada.

En este contexto, conviene recordar lo que se considera como explotación laboral infantil, ya que al conceptualizarla entendemos que esta se refiere a todas aquellas actividades realizadas por un niño que pueden privarlo de vivir plenamente su infancia, desarrollar su potencial y resguardar su dignidad. Asimismo, en este problema social encontramos que la ocupación ilegal desempeñada por el menor debe, necesariamente, causarle algún daño físico, moral y psicológico.

En el 2018, se registraron alrededor de 400 menores de edad en situación de vulnerabilidad en el Mercado de Abasto, según datos proveídos por el Programa de Atención Integral a las Niñas, Niños y Adolescentes que viven en las calles (Painac), una dependencia del Ministerio de la Niñez y la Adolescencia.

 

El decreto 4951, que reglamenta la Ley 1657/2001, detalla que aquellos trabajos en la vía pública que generan riesgos de accidentes de tránsito, problemas respiratorios, neurológicos y de piel debido a la polución ambiental y a la radiación solar son tareas peligrosas prohibidas para los niños y adolescentes.

Igualmente, aquellas actividades que generan riesgo de abuso psicológico y sexual, fatiga, trastornos psicosomáticos, baja autoestima, dificultades de socialización, comportamiento agresivo y antisocial, depresión, drogadicción y embarazo precoz no pueden ser desarrolladas por un menor.

De igual modo, la recolección de desechos y materiales reciclables se encuentra incluida en el listado de las 26 actividades vetadas para los niños y adolescentes. Por otro lado, aquellos trabajos que impliquen el transporte manual de cargas pesadas, incluyendo su levantamiento y colocación quedan totalmente restringidas para los menores.

 

“Muchos niños, sobre todo aquellos que aún no están en edad escolar, acompañan a sus padres a trabajar en el Abasto. Por otro lado, hay adolescentes que laburan con las personas que se dedican a la venta y comercialización de productos frutihortícolas”, explica Carlos Galarza, director del Mercado de Abasto. Además, comenta que tras el relevo de datos, realizado en conjunto con organizaciones como Callescuela, se puede determinar que son aproximadamente 300 los menores que se encuentran en situación de trabajo infantil dentro del Mercado.

 

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“Las tareas que realizan los menores son de ayuda, por ejemplo, la mamá pela el choclo, lo embolsa y luego le da al niño el paquete para que la acompañe en la venta, ya sea al cliente que llega hasta el puestito o está de paso en su vehículo; esa es la labor que veo frecuentemente en el Abasto”, afirma del director. De igual forma, explica que los adolescentes generalmente se desempeñan como carriteros.

“Tenemos un equipo de trabajadores sociales y lo que hacemos es visitar a aquellos padres que tienen como compañeros de trabajo a sus hijos; lo que buscamos, en primer lugar, es informarnos acerca de la situación escolar del chico trabajador y evitar en lo posible que concurra con demasiada frecuencia al mercado. En cambio, en época escolar, la cantidad de niños se reduce muchísimo; no son 300 los que no asisten a clase por ir a trabajar al Abasto”, manifiesta Carlos Galarza; sin embargo, refiere que en Semana Santa, a fin de año y en vacaciones de invierno estas cifras ascienden nuevamente.

“Ahora con la inauguración del Centro de Atención Integral (CAI), justamente, habrá un área de apoyo escolar, es decir, que el niño que acompaña a sus padres va a tener la posibilidad de hacer sus deberes o estar acompañado de un tutor, quien lo ayudará en las materias que necesite reforzar”, dice el director. De igual forma, explica que si alguien quiere denunciar algún caso en el que un menor se encuentre en condiciones de explotación laboral dentro del Abasto, puede hacerlo junto a trabajadores sociales y la Codeni, quienes estarán atendiendo en el nuevo centro.

 

“Gracias a los resultados de una observación, podemos decir que el Abasto tiene una presencia de niños trabajadores de lunes a domingo y el horario de mayor movimiento es más o menos desde las 2:00 hasta las 15:00”, explica Norma Duarte, directora de Callescuela, asociación sin fines de lucro que promueve el mejoramiento de la calidad de vida de niños y adolescentes trabajadores. Además, comenta que para obtener los datos, en el 2018, realizaron acciones y una de ellas fue el análisis de distintos momentos y jornadas de una semana para entender el movimiento del Mercado.

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“Los horarios mencionados son los de mayor movimiento porque hay una diversidad de trabajos que realizan los adultos y los niños que los acompañan. Así, por ejemplo, los menores de entre 6 y 14 años se desempeñan como vendedores ambulantes y trabajan en los puestos desgranando choclo con su grupo familiar”, afirma la directora de Callescuela. De igual modo, señala que los que están por debajo de los 6 años acompañan a sus madres en la recolección de frutas y verduras de los grandes contenedores en los que se echan diversos productos. Es así que las familias más empobrecidas, que no tienen un capital como para comprar y revender, van hasta esos depósitos, juntan aquellas hortalizas picadas que todavía pueden ser reutilizadas para armar pequeños paquetitos y venderlos.

“En general, los adolescentes de entre 14 y 18 años trabajan en los depósitos como carretilleros y, por ende, su horario laboral es de noche y madrugada, y lo que hacen prácticamente invisible, ya que nadie lo ve. Normalmente, a la hora en que uno va al mercado ellos se están recuperando porque el trabajo que realizan es muy duro”, narra Norma. La directora, a su vez, indica que en una encuesta que realizaron en forma conjunta con la Dirección del Área Social de la Municipalidad de Asunción relevaron que 375 niños, niñas y adolescentes de entre 0 y 17 años se encuentran viviendo en estas precarias condiciones.

“El trabajo en sí mismo no es lo que frustra el mundo, la recreación y el relacionamiento de los niños, sino las condiciones en que realizan estas tareas. Ese pequeño no debería estar saliendo de su comunidad para ir a un espacio en donde la protección es mínima", recalca Norma Duarte. También afirma que, lastimosamente, en la actualidad es una realidad que un niño o un adolescente deba trabajar para acceder a la salud, a la educación, entre otras cosas.

“En el Abasto hay condiciones de explotación y de mucho riesgo que no contribuyen a que un niño, niña o adolescente pueda acceder a todos sus derechos”, explica la cabeza de Callescuela. De igual forma, comentó que antes de las inauguración del Centro de Atención Integral, la organización hacía de todo como, por ejemplo, apoyaban escolarmente a los menores, llevaban a los niños al hospital, realizaban visitas familiares, atendían el comedor, al igual que, servían como un vínculo con los organismos públicos.

“Ahora se reconfigura la labor de Callescuela pues, por primera vez, hay una articulación muy importante. En el Centro de Atención Integral colaborará el Ministerio de la Niñez y la Adolescencia, a través del programa Abrazo y Painac. Dentro de este grupo de trabajo se une la Codeni, que realizará el abordaje territorial en el Abasto, además de la Dirección del Mercado de Abasto y otras organizaciones”, explica Norma Duarte. Por otro lado, comenta que Callescuela además de haber iniciado el proceso de la construcción del Centro, ahora velará por el derecho a la escolarización de los niños.

La directora explica que, dentro del centro, habrá una docente y voluntarios que trabajarán específicamente en el programa de apoyo escolar, que va desde el primer grado hasta la secundaria, con el propósito fortalecer las áreas de matemática y lectoescritura. Además, la profesora encargada estará instruida para detectar los casos de niños que se encuentren en situación de explotación laboral, abuso sexual, falta de debido cuidado, entre otros aspectos.

 

El Centro de Atención Integral (CAI) fue habilitado el pasado jueves para los hijos de los trabajadores del Mercado de Abasto. El lugar fue donado por la Unicef y estará a cargo de la Municipalidad de Asunción y el Ministerio de la Niñez y la Adolescencia. Además, trabajarán en esta nueva articulación funcionarios de la Codeni y voluntarios de Callescuela.

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El centro, que está ubicado sobre la avenida Defensores del Chaco, a un costado de la entrada principal del Abasto, funcionará con el objetivo de que los trabajadores del Mercado puedan dejar a sus niños en este espacio, mientras laburan. Por otra parte, la Unicef posteó, a través de su cuenta de Twitter, que considera a este nuevo espacio como una experiencia innovadora y demostrativa.

En un primer momento, el Centro brindará atención especializada e integral solo a niños de entre 18 meses hasta los 4 años de edad. Asimismo, en el local del CAI habrá áreas con servicios educativos, alimentación y salud, al servicio de cada niño.

Finalmente, a partir de todos los datos expuestos se puede concluir que si bien la apertura del Centro de Atención Integral representa una gran esperanza, todavía nos queda mucho por hacer, si queremos que las alarmantes cifras desciendan y buscamos ganar la lucha contra la explotación laboral infantil.

 

Por Rebeca Vázquez (18 años)

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