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Para acceder a los servicios de una aplicación debemos aceptar sus términos y condiciones. Aunque algunas cláusulas ponen en riesgo nuestra privacidad, muchos usuarios aprueban estas disposiciones sin haberlas leído.
Hace unos años, una empresa británica de videojuegos incluyó entre sus cláusulas el derecho a exigir el “alma mortal” de sus compradores. Esta medida, a la que siete mil usuarios accedieron por error, fue tomada por los dueños del local para probar que los clientes no leen estos contratos.
Algo similar ocurrió el año pasado cuando Purple, un proveedor de Wi-Fi en el Reino Unido, estableció una cláusula que obligaba a sus clientes a limpiar baños públicos. Solo un usuario se percató de esta condición legal y más de veinte mil personas cayeron en la trampa.
Las redes sociales poseen condiciones de uso muy controversiales, ya que la información que compartimos por esos medios pasa a ser propiedad de dichas aplicaciones. Asimismo, nuestros contenidos son almacenados en una base de datos y pueden ser comercializados con fines publicitarios.
Estos datos privados son vendidos a diversas empresas para que estas nos brinden publicidad adaptada a los intereses que nosotros habíamos revelado en las app. Si consultamos en un sitio web el costo de un producto, es probable que luego veamos anuncios afines a este artículo en otras páginas de internet.
Este año, Facebook fue protagonista de un escándalo político. Los datos de sus usuarios fueron utilizados para orquestar campañas electorales en los comicios presidenciales de los EE.UU. Estas informaciones se emplearon para crear mensajes personalizados con el propósito de influir en la decisión de los votantes.
Los datos compartidos en las redes, por más que sean eliminados de nuestros perfiles, permanecen guardados en los sistemas de información de estas aplicaciones. También, estas plataformas se reservan el derecho de modificar sus términos y condiciones si lo consideran necesario.
Si no leemos estos contratos antes de aprobarlos, no podremos saber con exactitud a qué estamos accediendo. Teniendo en cuenta esta realidad, debemos ser cuidadosos con los datos personales que compartimos en las redes.
Tenemos que tomar con seriedad estas condiciones legales, ya que son tan importantes como la letra pequeña de cualquier otro contrato. Si seguimos aceptando estas cláusulas sin haberlas leído, tarde o temprano tendremos que lidiar con las consecuencias de nuestra irresponsabilidad.
Estas aplicaciones aparentemente no tienen costo; sin embargo, pagamos esos servicios con información personal. Es importante que nos tomemos el tiempo de averiguar para qué se usan nuestros datos y, por sobre todo, recordemos que nada es gratis en la vida.
Por Agustina Vallena (18 años)