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Las personas, muchas veces, se ven envueltas en la rutina y, en el afán de cumplir con todas las responsabilidades, pasan por alto los pequeños actos de bondad que tal vez puedan hacer que su vida sea un poco más linda y llevadera.
Estar de buen humor mientras se atraviesa la zona del metrobús o el caótico tráfico de Artigas es sumamente difícil; sin embargo, a veces sentimos que el corazón se nos ablanda un poco y hasta esbozamos una sonrisa cuando observamos que una joven se levanta y ofrece su asiento a un adulto mayor.
Cuando más decepcionados estamos de todos, es posible que nos encontremos, por lo menos, a alguien que se detendrá a realizar una buena obra. Ayudar a una persona con discapacidad visual a cruzar la calle puede hacer que creamos nuevamente que aún hay esperanza en la humanidad.
A veces, percibimos que nuestros compañeros se encuentran estresados por diferentes factores: problemas en la casa, en el trabajo o en la facultad. En esos momentos, escuchar al amigo es suficiente para que la persona afectada se sienta un poco más tranquila luego de una larga y difícil jornada.
Los amigos son los que, constantemente, suelen sorprendernos con algunas de sus acciones. En varias ocasiones te prestan plata para el colectivo o deciden invitarte la merienda con tal de disfrutar una compañía grata y una amena charla.
Los extraños también pueden alegrarnos el día y demostrarnos que no todos son “vivos” o “letrados” cuando nos avisan que se nos está por caer ese billete de G. 20.000 destinado a cubrir los gastos del día o incluso cuando te indican que tu mochila está abierta.
Muchos jóvenes deciden obsequiar sus sándwiches de milanesa a los niños que piden dinero en las calles. Otros entregan sus abrigos a quienes creen que los necesitarán en el invierno que se aproxima.
Los pequeños actos de bondad pueden expresarse de diferentes maneras: con un abrazo, una sonrisa o palabras de aliento. Todos somos capaces de poner a un lado un minuto la ajetreada rutina para mejorar el día de nuestra familia, amigos y extraños. Y vos, ¿ya hiciste una buena obra hoy?
Por Fiona Aquino (18 años)