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Una frase jocosa en redes sociales afirmaba lo siguiente: “La última vez que vi a mis padrinos fue en la foto de mi bautismo”. Así de fugaz suelen ser sus presencias en las vidas de algunas personas. En la sociedad paraguaya de antaño, esa figura era importante e infundía respeto en los más chicos.
Después de los padres y abuelos, los padrinos eran las máximas figuras de autoridad y también los más malcriadores y cariñosos con sus ahijados, por lo que era frecuente que los niños esperen con euforia los regalos del “paíno”, especialmente el Día de los Reyes Magos, el 6 de enero.
De acuerdo a la tradición de la Iglesia católica, los padrinos y madrinas son los encargados de “mantener viva la llama de la fe” que los pequeñitos recibieron en el bautismo, es decir, deberían acompañar espiritualmente a sus ahijados y guiarlos por el recto sendero. Este papel también se ejerce en otros sacramentos cristianos como la confirmación y el matrimonio.
Con frecuencia, cuando oímos la expresión “padrino”, lo primero que se nos viene a la memoria es aquella aclamada joya del cine de los '70 protagonizada por Marlon Brando y Al Pacino, y quedan en el olvido los que nos sostuvieron en la pila bautismal.
En agosto del año pasado, se hizo viral una noticia de un taxista de Asunción que ofició de partero en su propio taxi y, luego del nacimiento, se ofreció como padrino, motivado por la aprobación y el agradecimiento de la madre. Final feliz para este insólito hecho en el que un desconocido obtuvo tan estimada distinción.
Una tradición descabellada referente al Luisón indica que para evitar que el séptimo hijo varón de una familia se convierta en este ser mitológico debe ser apadrinado por el mismo presidente de la República. Esta costumbre nos parecerá absurda; sin embargo, nuestros mayores afirman con certeza que así debe cumplirse para evitar la maldición.
En nuestra época, la palabra “padrino” queda manchada con casos de corrupción en los ministerios del Estado, ya que “el paíno”, sea o no familiar, es el encargado de conseguir a sus “ahijados”, cargos públicos con jugosos salarios sin previo concurso. Es triste señalar que hasta ese punto se haya desvirtuado un rol tan importante en nuestra cultura guaraní.
Anteriormente, ser elegido padrino o madrina era considerado un honor y esa función traía consigo estima y mucho respeto. Ahora, más que una tradición religiosa, se convierte en una cuestión netamente cultural.
Si tuviste la suerte de conocer a tus padrinos, no te olvides de que una visita o llamada son gestos que alegrarán sus vidas. Muchos de ellos formaron parte de tus momentos más felices, por lo que debemos mostrarles respeto y ser ahijados agradecidos.
Por Víctor Martínez (19 años)