La negligencia de la Senad, un trago amargo para todos

Un fallido operativo antidroga en que agentes de la Senad dispararon a quemarropa a una familia de Nueva Italia se cobró la vida de una niña. La inquietud se apodera de la ciudadanía, que se pregunta: ¿En manos de quiénes está nuestra seguridad?

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El sábado pasado, agentes de la Senad llevaron a cabo un operativo en la zona de Nueva Italia. Durante el suceso resultaron heridos dos miembros de la familia Zanotti: una niña de 3 años y su tío. La menor finalmente falleció la mañana de este lunes.

El abuelo de la niña, Ulrico Zanotti, explicó que estaban paseando por su propiedad en una camioneta cuando fueron sorprendidos por disparos efectuados por los agentes de la Senad. Estos últimos creían que en el lugar había droga.

Se trata de un caso de negligencia extrema, porque, ¿cómo es posible que personas que tienen la función de resguardar la seguridad de los ciudadanos sean las mismas que atacan sin piedad a inocentes? Más allá de la información que manejaban los agentes sobre un posible hallazgo de drogas, su manera de proceder inquieta y asusta a la sociedad.

Los agentes tienen la autorización de portar armas para realizar los operativos, pero solo deben usarlas cuando las circunstancias así lo requieren. Lo más triste de esta situación es que, mientras una familia llora por la pérdida de la vida de una niña, los verdaderos delincuentes se encuentran impunes y con toda la libertad de seguir cometiendo sus fechorías.

Para realizar algún allanamiento, es necesario identificar plenamente la zona y a los involucrados del hecho que se está investigando. Si los agentes de la Senad abren fuego contra una familia que está paseando, ¿significa que todos los ciudadanos tenemos que vivir con el Jesús en la boca por miedo a que nos maten solo porque se maneja información de que en nuestra propiedad se producen cosas ilícitas?

En definitiva, no solo la familia Zanotti está de luto por la muerte de una niña inocente, sino toda la población paraguaya, que, además de temer a los criminales, ahora ya duda de la capacidad de aquellos que supuestamente se encuentran preparados para velar por el orden y la justicia en suelo nacional. Es difícil digerir el hecho de que las propias personas que deben combatir el crimen son las mismas que lo cometen.

Por Viviana Cáceres (18 años)

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