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Sebastián empezó a desenvolverse en la danza a los 15 años; reconoce que se sintió indeciso al comienzo, pero con ayuda de una tía, quien también es bailarina, pudo aclarar sus dudas y conseguir una academia donde entrenar. “La idea de ser bailarín, al principio, le chocó un poco a mi papá, pero, actualmente, recibo el apoyo de toda mi familia”, comenta.
El joven practica danza clásica, jazz y corto contemporáneo. “Cuando empecé, no sabía nada, era un desastre”, dice. Sin embargo, poco a poco fue destapando talento y sintiéndose confiado. Relata que estar en el escenario es pura adrenalina, ya que a los bailarines les gusta sentirse observados y esto produce mucha emoción.
Sebastián menciona que su destino es la pista de baile; desea pulirse en su carrera y ser reconocido. La danza le ayuda a expresarse, por eso es que despierta pasión en él y no se arrepiente de lo que hace; considera su primera presentación como el paso más importante de su vida.
Generalmente, la ciudadanía tilda de macho a una chica que juega fútbol y de homosexual a un bailarín; esto es un pensamiento erróneo y demuestra ignorancia de la gente que lo ve de ese modo. “Vivimos en una sociedad cerrada”, reflexiona Sebastián, reconociendo que la danza masculina no es muy popular en nuestro país.
Bailar no solo es arte, también es un deporte, ya que incluye actividad física, buena alimentación y mucho sacrificio; además, el estiramiento antes de cada práctica es muy importante. A veces, ciertos miembros de la sociedad manifiestan disgusto cuando un chico desea incorporarse a la danza, pero Sebastián sigue adelante y actualmente forma parte de la academia “Luis Calderini”.
“Enseñemos que la danza es considerada un deporte y, por ende, puede ser practicada por ambos sexos”, es el mensaje que deja Sebastián a las personas que no valoran esta vocación. Así también, alienta a los jóvenes que aman bailar a seguir adelante y hacer oídos sordos a las críticas negativas.
Por Sahori Vallejos (17 años)